Suicidio colectivo: ¿intervenir humanitariamente o respetar la voluntad del otro, entendido como colectivo?
Nuestros actos y acciones, sean estas individuales o colectivas, pueden ser suicidas. Conscientemente suicidas, si estando conscientes de lo nocivas que son nuestras obras, no las detenemos a tiempo. Frase que se le atribuye a Winston Churchill: «El problema de cometer un suicidio político es que luego se vive para lamentarlo».
El suicidio colectivo es, por lo general, una figura más metafórica que empírica. No obstante, ya existen importantes esfuerzos, en las distintas ciencias sociales, en darle rigor científico al término, desde distintas perspectivas y paradigmas. Casos como el de la secta estadounidense “Templo del pueblo” — 914 fallecidos — , sirven de evidencia científica y empírica del fenómeno colectivo del suicidio, en donde se cruzan distintas controversias sobre la voluntad propia, la voluntad del líder y la voluntad general.
La muerte del ser no es un fenómeno estrictamente individual. La muerte es, también, un fenómeno de carácter colectivo. Así como mueren las personas, también perecen las culturas, los pueblos y las civilizaciones; así como se suicida el sujeto, también se suicida el colectivo. La muerte, en su emotividad y sentimentalidad, incentiva la creatividad, entendida como la ninfa del arte, el teatro y las pasiones. Los pueblos, en sí mismos, pueden ser instrumentos ciegos de su propia destrucción, así como también, instrumentos de la creación y la ontología. Los grandes pueblos toman decisiones que pueden ser suicidas. Ello, en la amplia, ecúmenica y universal dimensión de la expresión humana, también es arte.
Nuestros actos y acciones pueden ser suicidas. Conscientemente suicidas, si estando conscientes de lo nocivas que son nuestras obras, no las detenemos a tiempo. El fanatismo y las disociadas percepciones fogosas e incendiarias de la realidad nos pueden hacer tomar malas decisiones. Con frecuencia, el ser humano asume que lo popular es lo correcto. Razona falazmente que, si muchas personas piensan que es el camino correcto, es porque debe serlo. Más aún, si la versión de esas mayorías y masas populares, es repaldada por la voz de ciertas élites. Pero lo cierto es que las mayorías también se equivocan. Y las élites, aunque poderosas y bien educadas, cometen errores; errores que, a lo largo de la historia, han visibilizado que las mismas élites pueden ser los instrumentos de su propia destrucción, a la vez que crean las condiciones para que surjan nuevas élites y grupos de poder.
Más allá de las consideraciones filosóficas y teológicas del suicidio en sí mismo, en sus profundas dimensiones individuales y colectivas, conviene reflexionar sobre la responsabilidad de intervenir en el impulso suicida de un colectivo social. Más aún, cuando nuestra intervención puede ser contraproducente. Como sucede con el enamoramiento, el fanatismo ciega; solo llegado el momento de la desilusión, el fanático comienza a escuchar opiniones alternativas a su paradigma personal y colectivo.
En política, las apuestas arriesgadas pueden ser suicidas. Más aún, cuando se da el todo por el todo por un camino que, muy probablemente, no dará resultados. Triplemente suicida, es no querer pensar en el mañana; en ese porvenir que, o bien puede ser positivo para nuestros intereses, o bien puede terminar siendo terrible para estos. El hecho es que los escenarios posibles son solo eso: escenarios posibles. Si el colectivo únicamente se prepara para celebrar, en un hipotético escenario favorable a este, no solo va a tener que superar el duelo desesperante de la derrota, sino que también se verá, a sí mismo, angustiado y sin ninguna opción. Probablemente, se encontrará en peores condiciones que antes. El colectivo fue, entonces, instrumento ciego de su propio destrucción.
Los grupos humanos se auto-aniquilan. No siempre sus rivales tienen que hacer demasiado para fragmentarlos, desmovilizarlos y desorganizarlos; ellos mismos hacen el trabajo. Suicidio político, melancolía y auto-flagelación masoquista. Los líderes de una comunidad organizada ven a sus rivales como seres invencibles, o bien, casi infinitamente superiores. Es poco lo que pueden hacer, entonces se cae en la auto-flagelación; flagelarse para llamar la atención y pretender que se tiene un poder moral-simbólico ante el adversario.
El suicidio, en su dimensión colectiva, tiene implicaciones complejas, no solo en lo político y sus factores de poder, sino en la cultura. El suicidio cultural — desarrollado preliminar y teóricamente por antropólogos como David Lempert, con bases biológicas y psicológicas — es tan propio del suicidio político como el suicidio político lo es del cultural. La primera palabra que a algunos les viene a la mente cuando se habla de poder es ataque. Pero el poder también tiene que ver con la defensa y la capacidad de protección, ante amenazas internas y externas. Es necesario el poder para proteger el patrimonio cultural que, sin él, estaría indefenso. Y algunos suicidios colectivos, más que políticos, hasta terminan siendo suicidios culturales.
A diferencia del suicida individual, el suicida colectivo no tiene consciencia, sino hasta que ya es demasiado tarde, de lo que ha hecho. La tolerancia al dolor, por parte del colectivo, es mayor que en el individuo. El suicida colectivo se muestra categóricamente decidido a acabar consigo mismo, pero no se da cuenta. Mientras se flagela a sí mismo, asume que se está sacrificando; paga el daño colateral necesario para que, el día de mañana, vuelva a salir el Sol. Pero esos sacrificios, de vez en cuando, pueden acabar al colectivo. Existe una línea delgada entre el sacrificio, la destrucción y la muerte, si bien esta no siempre se cruza. El ser humano tiene una capacidad formidable para resistir, pero esta no es absoluta y termina agotándose. Hay en el sacrificio una sintonía entre las pulsiones de vida y muerte; sintonía que, al final, puede acabar con los colectivos que pretende ‘proteger’ el sacrificio.
Ante tantas culturas, religiones e imperios políticos ecuménicos, con vocación universal y universalista, y cuyos intereses se encuentran en constante tensión y contradicción, algunos alegan que los suicidios culturales son, al menos en cierta medida, inevitables. A lo largo de la obra de Block, Fenves y Molnár (2000), se analiza el dilema del suicidio cultural desde la identidad multicultural; el individuo que, mientras reafirma los valores y las tradiciones de una parte de su legado, reniega del otro. La historia de Europa, en donde las distintas identidades nacionales culturales han convivido tensamente con la identidad nacional de los pueblos judíos y musulmanes, visibiliza como pocos otros casos la pulsión suicida colectiva, manifestada en un profundo, y muy complejo, sentimiento de amor-odio por uno mismo y su gente.
Instrumentos ciegos de su propia destrucción pueden ser los pueblos del mundo. Así sean estos muy desarrollados. Así sean estos muy nobles. Así estos sean muy cultos. Así sean estos muy solidarios. Así sean estos muy hospitalarios. Todo esto pierde relevancia, a media que se pierde el sentido de la autocrítica y la oportuna visión de la reflexión. La crisis llega a sus mayores expresiones cuando la sembrada manzana de la discordia comienza el proceso de putrefacción y contamina lo que está adyacente. Los miembros del mismo colectivo se pelean y siembran intrigas para destruirse los unos a los otros. El colectivo pierde su confianza en sí mismo. Termina vendiéndose por unas pocas monedas ante intereses que son, intrínsecamente, enemigos de los suyos, en una misión desesperada por salvarse; por salvar lo poco que queda, sin putrefaccion, de la manzana de la discordia; sin ninguna garantía de que será salvada, pero al menos quiere sentir que hizo algo.
Los suicidios han sido, a lo largo de la historia, objeto de estudio y análisis por parte del hombre. Tan estigmatizada la palabra suicidio, ha sido este un tema tabú en el desarrollo de las ideas filosóficas. En estos tiempos de coronavirus, es un hecho público y notorio el repunte del suicidio en distintas sociedades del mundo. Una simple búsqueda en Google de los términos coronavirus, suicidio y otros relacionados, puede evidenciarlo. En marzo de este año, como puede evidenciarse en Brewster (2020), el presidente Donald Trump tocó el tema del suicidio, con respecto a las posibles implicaciones que pueden traer las complicaciones asociadas al covid-19, como el confinamiento en casa y el aislamiento social. Leo Shane III (2020), en un artículo publicado en The Military Times, señala que la crisis del coronavirus puede tener un impacto en la estabilidad psicológica del personal militar activo y veterano en Estados Unidos, lo cual puede traducirse en un posible aumento del riesgo de suicidio. Esto debe ser analizado con prudencia, debido a sus implicaciones.
Pero reaccionemos ante el suicidio colectivo; el suicidio individual no es la única amenaza que enfrentan distintas sociedades del mundo. La muerte no es un fenómeno ni esencial ni estrictamente individual; el suicidio tampoco lo es. Las contradicciones en el seno de las sociedades, y en los grupos que forman parte de estas, pueden verse exacerbadas por la pandemia del coronavirus — que nos ha hecho hasta hablar de vieja y nueva normalidad, ambos términos muy dantescos— , a quien ya esperábamos, pero no nos preparamos adecuadamente para recibirlo. Más aún, cuando algunos colectivos viven de fantasías que, si antes ya eran quiméricas, ahora lo son todavía más.
¿Intervenir o no intervenir, humanitariamente, ante el colectivo que muestra una orgánica y compulsiva pulsión suicida? Si va a servir para algo, pues podría considerarse la opción de intervenir humanitariamente; decirles que están a punto de cometer un suicidio. Pero si será una pérdida de tiempo, lo mejor podría ser que comenzáramos a orar por ellos. Orar para que la Providencia reciba, con los brazos abiertos, a la fallecida cultura y sus daños colaterales. El suicida no necesariamente pierde la misericordia de Dios. Siendo prácticamente inevitable que se suiciden, entonces procuremos que, al menos, sus almas sean salvadas. ¿Respetamos entonces la voluntad de los grupos, colectivos y sociedades que desean suicidarse? ¿O intervenimos, so pena de perder tiempo y saliva? Así como es un dilema ético contemporáneo y poscontemporáneo la condición del hombre que se suicida y sus grados de libertad, dilema también es, si los que observan esa tendencia suicida, deben decir algo al respecto o permanecer callados, respetando la voluntad del suicida, sea este individual o colectivo. Hoy se habla del suicidio de Occidente. Pero Occidente es una noción tan polisémica y amplia, como controversial. ¿Cuántas sociedades hay en el mundo con tendencias suicidas colectivas, dentro y fuera del perro-gato que llamamos Occidente? ¿Y qué forma tendrán las crisis por venir?
Coronavirus no es solo el nombre de un ángel. Llamarlo solo ángel es reducirlo. Coronavirus también es nombre de reina. Y coronavirus también es profeta. Está en la ontología del coronavirus una esencia mítica providencial.
Material referencial consultado:
Block, R., Fenves, P., & Molnár, G. (2000). The spirit of poesy: Essays on Jewish and German literature and thought in honor of Géza von Molnar. Evanston: Northwestern University Press.
Brewster, J. (24 de marzo de 2020). Trump Predicts ‘Suicides By The Thousands’ If Americans Can’t Get Back To Work. Forbes. Recuperado de www.forbes.com/sites/jackbrewster/2020/03/24/trump-predicts-suicides-by-the-thousands-if-americans-cant-get-back-to-work/#77fc0a641106
Burnham, J. (2014). Suicide of the West: An Essay on the Meaning and Destiny of Liberalism. New York: Encounter Books.
Durkheim, E. (2006). On suicide. Londres: Penguin.
El suicidio colectivo más grande de la historia: 914 muertos. (13 de noviembre de 2018). Clarín. Recuperado de www.clarin.com/mundo/suicidio-colectivo-grande-historia-914-muertos_0_7E1p6T8kL.html
Lempert, D. (2018). The psychology of cultural suicide and cultural change. Journal of Globalization Studies, 9 (1), 107–128. Recuperado de www.sociostudies.org/journal/articles/1643760/
Quintero, V. (26 de marzo de 2020). El conmovedor suicidio bíblico del Rey Saúl y su asistente: reflexiones en la cuarentena (coronavirus). Medium. Recuperado de http://medium.com/@vicentequintero/el-conmovedor-suicidio-bíblico-del-asistente-del-rey-saúl-reflexiones-en-cuarentena-coronavirus-5531b3a33f0c-
Shane III, L. (21 de mayo de 2020). Suicide risk for veterans could grow as coronavirus crisis winds down. Military Times. Recuperado de www.militarytimes.com/news/2020/05/21/suicide-risk-for-veterans-could-grow-as-coronavirus-crisis-winds-down/
Tatlow, D. (30 de junio de 2016). ‘Brexit’ May Lead to Diminished British Voice on Hong Kong. The New York Times. Recuperado de www.nytimes.com/2016/06/30/world/asia/brexit-hong-kong-china.html
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Vicente Quintero