Los pueblos originarios prehispánicos de Caracas: el pasado indígena de la capital de Venezuela
Nota: La fuente principal de este artículo es la obra de Don Arístides Rojas. Debido a la distancia temporal y la escasez de fuentes documentales, más allá de las crónicas y leyendas disponibles, todavía existen importantes controversias con respecto a la historia de la Venezuela pre-colombina.
La gran mayoría de los documentos escritos que se emplean para escribir la historia de los indígenas en América fueron acuñados y redactados por los soldados, los encomendedores, los misioneros y los curas. Casi todos producidos por españoles, portugueses y otros. La verdad es que, hoy en día, es abundante la documentación escrita sobre indígenas y sus distintas culturas. Pero siguen siendo escasas las fuentes escritas que han sido realizadas por los mismos indígenas para narrar su propia visión. Por lo general, conocemos el mundo indígena a través de lo escrito por personas de otras culturas que entraron en contacto con ellos. Y a través del legado cultural no escrito, pero sí documental, que nos da pistas sobre su ideario cultural y simbólico. De ahí que existan múltiples controversias sobre las crónicas de los antiguos indígenas.
“La montaña se cae”, decían los antiguos habitantes de Caracas, según las crónicas que han sobrevivido el paso del tiempo. La capital de Caracas, que aparentemente fue un lago hace algunos siglos, estuvo poblada por varias tribus indígenas.
“La sangre indígena de Fajardo le facilitaba la confianza de los pueblos, y el conquistador podía comunicarse gracias a su conocimiento de las lenguas“— Edgar Abreu, 2017
“Sí; todas esas alturas son tumbas, todos esos valles son osarios” — Arístides Rojas, 1878
La Península marítima-fluvial de los Caracas, de unos 6340 kilómetros cuadrados de superficie — cálculos del historiador Arístides Rojas — , al norte de la América Sur, ha sido en la región uno de los lugares más ricos en historia, tanto antes como después de la Conquista orquestada por los españoles. En esta península vivieron los Arbacos, los Paracotos, los Teques, los Taramainas, los Meregotos, los Tarmas, los Mariches, los Charagotos, los Quiriquires, y por supuesto, los Caracas, a quienes les debe su nombre la capital de Venezuela. En menor medida, también residieron en ella los Arnacateques, Guayqueríes, Mereyotes, Guarenasija, Garabatos, Esmeregotos, Boquiracoto y otros. Durante sesenta años, los españoles respetaron este territorio que no fue fácil de conquistar: la lucha para dominar a las tribus indígenas duró más de 30 años. La guerra y el aislamiento duraron casi un siglo, después de la fundación formal de Caracas en 1569, aún cuando la paz general quedó establecida en 1583.
Edgar Abreu: A finales de 1569 capturaron a Guaicaipuro en una emboscada nocturna, en su refugio ubicado en la actual población mirandina de San Diego de los Altos. (…) A ese escenario nefasto se unió, en 1580, una epidemia de viruela que acabó con lo que quedaba de los teques, los toromaimas, los arbacos y los mariches, y bajo esos cielos nacía la ciudad de Caracas.
Los Caracas, Chagaragotos y Meregotos vivieron entre el Waraira Repano, el Mar Caribe y la actual ciudad de Caracas, territorio que comprendía el valle de San Francisco; ejercían control de los cursos de agua Catuche y Anauco, así como de la cordillera de Caruao. Por su parte, los Teques, los Paracotos y los Arbacos tuvieron sus campamentos principales en las altas montañas de las actuales poblaciones de Los Teques, San Antonio de Los Altos, Paracotos y Cocuizas. Asimismo, los sitios de Carayaca y Tarma fueron habitados por los Taramainas y Tarmas. En los alrededores del río Tuy, vivieron los Quiriquires y los Mariches; los primeros en las actuales poblaciones de Tácata, Súcuta, Ocumare del Tuy y Panaquire y los últimos en Petare, Guarenas y Guatire.
“La dominación que los Caribes ejercieron por largo tiempo sobre una gran parte del continente y el recuerdo de su antigua grandeza, les han inspirado un sentimiento de dignidad y de superioridad nacional que se demuestra en sus maneras y en sus conversaciones. ‘Sólo nosotros somos un pueblo — dicen ellos proverbialmente — los otros hombres (oquili) son hechos para servirnos’ . Este desprecio de los Caribes por sus antiguos enemigos es tan pronunciado, que yo he visto un niño de diez años espumar de rabia cuando se le llamaba Cabré o Cavere” — Alexander Von Humboldt
Doctor Alejandro Ibarra: “Cayeron las Iglesias de San Sebastián [hoy San Mauricio] la más antigua de todas y edificada por el mismo don Diego de Lozada, fundador de Caracas”. Las bases del antiguo Templo de San Mauricio son las que sostienen a la actual Basílica Menor Santa Capilla.
Los más difíciles de someter fueron los Caracas, Chagaragotos y Meregotos, quienes por muchos años resistieron la ocupación española refugiándose en las altas montañas de la Península de Los Caracas. Estas poblaciones, con el paso de los años, quedaron aisladas y reducidas. Su desaparición fue gradual, luego del triunfo de los españoles. Pero las cosas fueron más fáciles con los otros grupos indígenas: para el año 1570 los Tarmas y Taramainas habían sido reducidos y para el año 1572 los Mariches, apenas cinco años después de la fundación formal de la ciudad de Caracas, por parte de Don Diego de Losada. En el año 1573, los Teques y Arbacos cedieron al haber visto que sus mujeres e hijos fueron hechos prisioneros de los castellanos. Poco a poco, el territorio periférico de Caracas fue dominado, a través de la creación de pueblos de fe y doctrina; los indígenas rebeldes fueron evangelizados. Alexander von Humboldt: “Caracas, Maracaibo, Cumaná y Coro no tienen de indio sino los nombres”.
“Es de sentirse que la ciudad de Caracas no haya sido fundada más al Este, abajo de la boca del Anauco en el Guaire, ahí donde se ensancha el valle, del lado de Chacao [que hasta el siglo XIX comprendía el territorio de Sabana Grande-El Recreo, también arenoso], en una llanura tendida y como nivelada por la pemanencia de las aguas”, dijo Humboldt, quien fue uno de los que recomendó mudar la ciudad a Chacao. Pero en términos estratégicos, para los castellanos resultó más atractiva la idea de fundar la ciudad de Caracas cerca del camino que conduce a la costa, cerca de Catia — en donde alguna vez se quiso construir una carretera que llevara directamente al mar, en la Quebrada de Tipe — ; y que además tenía el antecedente de la ocupación de Francisco Fajardo, en un área que consideraban más segura ante los ataques de las tribus indígenas que todavía resistían la ocupación extranjera.
Losada se encaminó hacia Macarao [hoy Las Adjuntas], de allí atravesó los bordes de Caricuao, y a finales de marzo de 1567 llega a la actual parroquia de El Valle. A pesar del heroísmo de los caracas, Losada se instala con sus tropas en la explanada de la actual Plaza Bolívar, luego de limpiar un pedazo de tierra y de incendiar las casas indígenas a su paso, funda la ciudad en julio de 1567, llamándola Santiago de León de Caracas. — Pedro Abreu, 2017
Se calcula que en toda la Península de los Caracas vivieron alrededor de 70 mil indígenas en tiempos de la Conquista, repartidos entre los diversos ríos, valles, montañas y costas. Estos pueblos no hablaron un solo idioma que fuera común a todos los habitantes de la península y fue necesario que los españoles acudieran a intérpretes. El estudio filológico de la nomenclatura indígena sugiere que las distintas tribus indígenas hablaron distintos dialectos de la lengua caribe — el cumanagoto y el tamanaco los más populares — , siendo la gran mayoría descendientes de los Caribes.
Arístides Rojas: Durante los primeros quince años el cultivo de la tierra de Caracas y sus alrededores, no pasó de los frutos y legumbres más necesarios para la vida: era una población enteramente aislada, un oasis en medio de un desierto.
Chacao, el Manhattan de Caracas, le debe su nombre a la voz indígena Chacau, que significa arena. El origen del término es cumanagoto, siendo ciaccau su traducción en tamanaco y saccao su traducción en caribe. De la lengua cumanagota también se originaron los siguientes términos: Petare, Cotiza, Capaya, Píritu, Guanapa, Güeregüere, Corumo o Curumo, Prepo, Tócome, Caurimare, Yare, Ghuspa, Charallave (Charavare), etcétera. La geografía caraqueña todavía tiene una notable influencia de los pueblos originarios indígenas. ¡Y la misma arepa, que viene de erepa!
Los indígenas que habitaban la Península de los Caracas, descendientes de los Caribes, no eran precisamente un pueblo vacío, simple, atrasado y en decadencia. Si bien estos no tuvieron grandes nociones de la arquitectura, la escritura y la minería, sí tuvieron una singular comprensión del valor de lo simbólico y las Ideas de la patria y el amor a la familia — sus máximas virtudes — , entendidas en este contexto como la esencia, principio o estructura inmaterial que configuraba la realidad del mundo sensible indígena. La guerra era común entre estas tribus, que tenían fuertes diferencias entre sí. Los artículos de lujo que le presentaron a los conquistadores no habían sido producidos por ellos, sino importados de otras regiones más desarrolladas del continente americano.
Los pueblos originarios del sector, desde mucho antes de la llegada de los españoles, habían sido multi-étnicos. La mayor evidencia de ello es que, a través de los Caribes, llegaron a Caracas los vocablos que pertenecían a idiomas tan diversos entre sí, como el quechua y el azteca; el cumanagoto y el tamanaco. Los términos atol (atolli), cacao (cacahuaquahuitl), aguacate (ahuacaquahuitl), copal, zapote y achote, son de origen azteca; mientras que culantro (kulantro), condor (kuntur), guarapo (huarapu), pita, chirimoya y ñapa (yapany), son de origen quechua.
Por cuanto dejamos asentado, vemos que la célebre península de los Caracas comenzó a poblarse de castellanos por el Oeste. No podia ser de otra manera, desde el momento en que Fajardo y Losada se decidieron a fundar la ciudad principal cerca del abra de Catia. El desarrollo de la poblacion general durante tres siglos, ha seguido el primer impulsó; así es que el núcleo de los habitantes se encuentra en las cercanías de la capital y puertos principales de la costa.
La particular fisionomía de la Península de los Caracas, la cual aglomera buena parte del ramal central de los Andes Venezolanos, ha causado admiración lo largo de la historia, debido a sus estribos en todas direcciones, masas de rocas, cumbres solitarias al este y al sur, los valles formados alrededor de los ríos Tuy, Guaire, Caucagua, Capaya y en las costas; una olla hidrográfica encerrada entre imponentes montañas y los puntos estratégicos de su relieve: la silla de Caracas, el pico Naiguatá, el pico Occidental, los picos de Los Teques y el nudo de Palmar.
Según Arístides Rojas, en la Península de Los Caracas se ubican las cimas de la costa venezolana y la más estupenda formación de gneis registrada en la historia del planeta Tierra.
Debido a la carencia de yacimientos prehispánicos de superficie, el conocimiento sobre el pasado arqueológico precolombino de Caracas es limitado, más allá de algunos puntos de nuestra ciudad (seis soterrados y uno superficial). Dos de ellos están ubicados en El Paraíso: uno en la Hacienda La Vega y el otro en la Urbanización El Pinar. En Boleíta Norte, a tres metros de profundidad y cerca del río Tocomé, se encontró una punta de flecha pedunculada lascada de cuarzo lechoso. Asimismo, en los sectores El Conde/La Candelaria, Las Mercedes y Valle Arriba, ha sido posible encontrar cerámica prehispánica en excavaciones. En el Estado Miranda, sin embargo, es posible hacer turismo arqueológico. También en el Estado Aragua.
Gracias a los misioneros Gilli y Ruíz, se ha logrado preservar el legado etnográfico de los cumanagotos y tamanacos, más allá de la legendaria huella que dejaron en nuestra geografía. La nomenclatura de los indígenas todavía perdura en las ciudades, pueblos y barrios que forman la Península de los Caracas: Catia, Guaire (Guabaire), Cúa, Higuerote, Baruta, Curumo, Caruao, Macarao, Terepaima, Chacao, Tamanaco, Baruta, Mariche, Naiguatá, Capaya, Sorocaima, Macuto, Teques, Terepaima, Macarao, Tacata, Guarenas, Carayaca, Tuy, Guaicaipuro, etcétera. Estos nombres son parte de la historia de la ciudad y la memoria colectiva venezolana. No hay entre nosotros majestuosas pirámides, pero sí enigmáticos petroglífos y jeroglífos, que encierran una cosmovisión y simbología todavía poco comprendida por los actuales habitantes de Venezuela, a quienes ahora les es ajeno el mundo precolombino.
Las legendarias montañas tienen historias que contar: inundaciones, pueblos enteros arrasados por los deslizamientos de tierra, guerras, invasiones, victorias, derrotas, animales mágicos, etcétera. “El valle de Caracas es un gigantesco deslave [deslizamientos de tierra y avalanchas de escombros provenientes del Ávila] en el cual los indígenas no hacían ningún campamento porque [los derrumbes y aludes de barro provenientes de] la montaña le había[n] destruido dos campamentos grandes. Los indígenas decían que la montaña se cae.” — Carlos Gómez de Llarena, en entrevista con Marcos Kirschstein y Vicente Quintero.
Los petroglifos indígenas en Venezuela, mayoritariamente de carácter mímico y figurativo, llamaron la atención de muchos viajeros durante el siglo XIX, incluyendo a Humboldt y Wallace, quienes se percataron de que estos casi siempre estaban en las orillas de un curso de agua, principalmente ríos. Los temas son variados: figuras geométricas, conquistas, astros, animales, señalizaciones de cementerios, veneraciones a los Dioses, objetos de uso doméstico, rostros humanos, batallas, imágenes del Sol y la Luna, la lluvia, la figura de la rana, las embarcaciones, etcétera.
Los Cumanagotos y los Tamanacos, habitantes de la Península de Caracas, descendientes de los Caribes, adoraban a los dioses del Sol y la Luna; para estos la rana era el Dios del agua. Los cumanagotos nunca mataban a las ranas, a quien tenían como un animal doméstico y frecuentemente era retratada en los petroglifos. En el Orinoco, según el abate Gilli, los Salivas llamaban al cielo la Tierra de lo Alto; y al Sol el hombre de la Tierra Alta. Los Omaguas, por su parte, llamaban al cielo “el país superior”. Los misioneros católicos quedaron consternados, puesto que la idea de considerar al cielo como si este fuera otro país, era característica del pueblo hebreo — entre otros factores, que en menor o mayor medida, también estaban presentes en las comunidades indígenas venezolanas — .
En su conocida Relación histórico-geográfica de Caracas, dirigida al Rey, escrita entre el 1° y el 23 de diciembre de 1578, Pimentel nos hace la siguiente descripción de la ciudad, cuando tenía apenas 11 anos de fundada: “ (…) El edificio de las casas de esta ciudad ha sido y es de madera, palos hincados y cubiertos de paja. Las más que hay ahora en esta ciudad de Santiago son de tapias sin alto ninguno y cubiertas de cogollos de canas”.
Aun cuando el acta de su fundación está perdida, Caracas no es una ciudad indocumentada. — Discurso pronunciado por el diputado Carlos Canache Mata, en el 421 aniversario de fundación de la ciudad. Sesión solemne del Consejo Municipal de Caracas
El diluvio y la inundación son parte de las leyendas populares indígenas y los petroglífos que han sobrevivido el paso del tiempo nos narran, de forma simbólica, los aludes torrenciales que han sido estudiados desde el siglo XX por geólogos y arqueólogos en Venezuela. El pasado lacustre de Venezuela nos llega a través de los indígenas, quienes en las rocas nos dejaron un recuerdo de los lagos que existieron en los llanos de Venezuela; los lagos, lagunas y ríos que eran parte de la Península de los Caracas; de la formación del golfo de Cariaco; del hundimiento de las costas venezolanas; y de los islotes rocosos que servían como parada de tránsito de nuestros antepasados.
Arístides Rojas: Cuando Humboldt preguntó á los indígenas de estos lugares, cómo se habían podido esculpir aquellas rocas, ellos le contestaron, sonreídos, que sus antepasados llegaron en canoas á la cima de aquellas alturas, y que así pudieron grabar los diversos dibujos que las adornan.
Tanto en los Maouci, estudiados por Schomburgk y Humboldt, como en los indígenas Tamanacos, existe la figura de un ser supremo que sobrevivió a una inundación general, que arrasó con todos. Las creencias de los Tamanacos nos llegan a través del padre Gilli, quien señala que Amalivaca, el creador del mundo y padre de todos los Tamanacos, se salvó con su mujer al refugiarse en la cima de la montaña Tamacú, cerca del río Asiverú. En sus viajes, Amalivaca grabó las figuras que por mucho tiempo estuvieron en la Serranía de la Encaramada, en el actual Estado Bolívar, casi en la frontera con el Estado Guárico. Humboldt tuvo la oportunidad de ver las piedras que, según los indígenas, habían sido talladas por el propio Amalivaca — considerado por Arístides Rojas el primer civilizador del mundo prehispánico venezolano — .
Alexander von Humboldt dijo que el área montañosa conocida como la Encaramada y cerca del río Cuchivero (Asiverú), es el equivalente al Ararat de los pueblos arameos o semíticos y el Tlaloc o Colhuacan de los mexicanos. Amalivaca, que viajaba en un barco, grabó las figuras de la Luna y del Sol sobre la Roca pintada (Tepumereme) de la Encaramada. Las tradiciones orales dicen que Amalivaca le rompió las piernas a sus hijas, con el propósito de hacerlas sedentarias, y obligarlas a poblar la tierra de los Tamanacos. La influencia cultural de Amalivaca en las tribus indígenas —distantes no solo en lo geográfico, sino también en lo cultural — era tal que su nombre se hallaba difundido en un espacio de 5000 leguas cuadradas.
Reflexionando sobre la estructura particular de las lenguas americanas se cree descubrir el origen de esa viejísima opinión universalmente difundida en las misiones, de que las lenguas americanas tienen analogía con el hebreo y el vascuence. ¿Han sido causa de que se establezca una teoría tan extraordinaria motivos que se cree interesen a la religión? Hacia el Norte de la América, entre los Chactas y los Chicasas, han oído viajeros algo crédulos cantar el aleluya de los Hebreos (…)
Véanse dos voces que tienen una forma bien extraña para ser voces de origen americano. Como las denominaciones de las constelaciones pudieron trasmitirse a enormes distancias de nación a nación, estas voces puinaves lian llamado la atención de los sabios que han aspirado a reconocer el fenicio y el moabita en la voz camosi de la lengua parene. Fuebot y Zenquerot quieren recordar las voces fenicias mot (lutum), ardod (robur), epoth, etc. Pero ¿qué vamos a concluir de simples terminaciones que las más de las veces son extrañas a las raíces? En hebreo los plurales femeninos acaban también en oth. (…).— Alexander Von Humboldt
Este pasado lacustre de Venezuela, evidenciado por las crónicas indígenas y la posterior investigación científica, podría ser una de las causas que explicarían por qué el territorio nacional tuvo una baja población indígena en comparación a otros territorios de la América del Sur — además de la proliferación de enfermedades y las condiciones insalubres de algunas localidades— , y por ende, tuvo una menor penetración de la Iglesia Católica, en el marco de su misión de evangelizar. No es para menos que William Curtis sugirió que La Guaira, la salida al mar de Caracas, era el lugar más inhóspito y malsano del mundo entero; el menos adecuado para vivir, debido al clima y las pestes.
Una parte de Venezuela y de sus principales ciudades, como Caracas — vulnerable todavía hoy en día a inundaciones provocadas por fuertes lluvias — , alguna vez estuvo bajo el agua. Desde tiempos muy remotos, el agua ha configurado la psicología colectiva de los que han vivido en Venezuela. Las tradiciones y leyendas de nuestras indígenas hablan de catástrofes que no son tan ajenas a nosotros si recordamos los eventos de la Tragedia de Vargas, en el año 1999.
Mariano Picón-Salas: “Fuera de algunos millares de aborígenes diseminados a la vera de los grandes ríos de nuestra floresta tropical, no hay entre nosotros ningún grupo de población del que nos separe profundamente el alma, el lenguaje, las costumbres. No tenemos multitudes indígenas que redimir. Y en el color de la piel que va del blanco al oscuro — sin que ello sea límite o separación — cada venezolano ha fundido en sí mismo un complejo aporte étnico ya venezolanizado. Lo indio puro entre nosotros es Arqueología como lo negro puro tiende a ser Folklore. (…) Contra el hispanismo jactancioso y contra el indigenismo que querría volver a la prehistoria, la síntesis de América es la definitiva conciliación mestiza.
El mestizaje americano consiste en mucho más que mezclar sangres y razas; es unificar en el templo histórico esas disonancias de condición, de formas y módulos vitales en que se desenvolvió nuestro antagonismo. Ni en la más coloreada historia de Heródoto pegada todavía a los linderos angostos del mundo clásico, pudo contarse una experiencia humana tan ambiciosa, una tan extraordinaria confluencia de elementos disímiles, aquella mezcla de pánico y maravilla que hacía decir a Bernal Díaz junto a los muros de Tenochtitlán ‘que parecía a las cosas de encantamiento que cuentan en el libro de Amadís’.”
Notas interesantes:
- La ciudad de Caracas se estableció entre las quebradas Catuche y Caroata, en el sector que actualmente se conoce como Catedral, porque desde el sitio se tenía una rápida salida al mar y se podía obtener fácilmente agua de las quebradas que bajaban del Ávila. Luego, poco a poco, se fue poblando el resto de la Península de Caracas y sometiendo a los indígenas más rebeldes, quienes se retiraron a la periferia del núcleo urbano colonial de Caracas. La Iglesia Católica fundó pueblos de doctrina en la periferia de Caracas, con el fin de evangelizar a los indígenas y expandir la influencia castellana.
- Alexander Von Humboldt: “La elevación de Caracas sólo es el tercio de la de México, Quito y Santa Fe de Bogotá; pero entre todas las capitales de la América Española que tienen en medio de la zona tórrida un clima fresco y delicioso, es Caracas la más acercada a las costas. ¡Qué ventaja la de tener un puerto de mar a tres leguas de distancia, y de estar situada entre las montañas, en una altiplanicie que produciría trigo, si se prefierese su cultivo al de cafeto”
- La colina en la cual se encuentra el parque El Calvario en Caracas también fue probablemente la sede de un cementerio, de acuerdo al libro “The Capitals of Spanish America”, escrito por el viajero William Curtis y publicado en 1888. Más allá de esta crónica, no se cuentan con mayores datos. Lo más probable es que se trató de un cementerio indígena, ya que no existen datos de dicho cementerio luego de la ocupación español.
- Según el Doctor Alejandro Ibarra, rector del Seminario Santa Rosa de Lima (hoy Universidad Central de Venezuela), el mismo Diego de Losada construyó la ermita de San Mauricio, hoy Basílica Menor Santa Capilla (todavía tiene las bases del Templo de San Sebastián-San Mauricio)
- Un proverbio dice que “La tercera es la vencida”. En el caso de la Conquista de los Caracas, parece que así lo fue. Aunque Francisco Fajardo y Diego de Losada fueron vencidos por Guacaipuro, Garci Gonzalo de Silva sí resultó victorioso.
- Antonio de Montesinos (Aharon Leví), viajero portugués en las Indias Occidentales antes de 1644, contó que se reunió con una comunidad indígena que lo recibió con el rezo hebreo “Shemá Israel”. Hasta los momentos, no se sabe hasta qué punto los judíos penetraron antes de Colón.
- Antes de morir, las palabras de Guacaipuro fueron las siguientes, según las crónicas: “cobardes, porque os falta el valor para rendirme, os valeis del fuego para vencerme; yo soi Guaicaipuro á quien buscais, y quien nunca tuvo miedo á vuestra nacion soberbia, pero, pues ya la fortuna me ha puesto en lance en que no me aprovecha el esfuerzo para defenderme, aquí me teneis, matadme, para que con mi muerte os veais libres del temor que siempre os ha causado Guaicaipuro”.
- Hasta mediados del siglo XVIII, el río Tuy no desembocaba en Paparo, sino dos leguas más al Este — una legua equivale a 5572 metros — , en el lugar conocido como Boca Vieja, donde desaguaba el Río Chico, a finales del siglo XIX.
- En el siglo XIX, 96 de los 307 kilómetros del Río Tuy eran navegables.
- El vocablo taita, todavía en el siglo XIX de uso frecuente en los campos y caseríos de Venezuela, es de origen quechua y moxa (Perú).
- En algunas de las naciones indígenas de América, por ejemplo entre los Tamanacos y Omaguas, al padre se le llamaba papá.
- Durante su ocupación de Caracas, Francisco Fajardo estuvo acompañado de un hombre llamado Pedro Miranda.
- Sobre la existencia de minas de plata y oro en Venezuela, presuntamente escasas en el territorio durante la Colonial— más allá de Los Teques, El Arbolito, Macarao, Carrizal, Apa, Carapa, Baruta y Oripoto en El Hatillo — , existen diversas teorías alternativas. El reconocido historiador Manuel Landaeta Rosales llegó a sugerir que la ubicación de algunas se ocultó debido a la posibilidad de saqueos. La extensa costa venezolana hacía que la región fuera vulnerable a los ataques de piratas. Landaeta-Rosales, M. (1912). Las minas de Petaquire. El Universal, nº1252, 29 noviembre.
- Boletín #41 de la Academia Nacional de Ciencias Económicas y Hábitat de Venezuela, sobre las minas de Petaquire en el Estado Vargas: “Se cree fue encontrada en 1560 por Francisco Fajardo y Pedro de Miranda. KLEMM (1959) indica que en 1856 era trabajada por los indígenas. La historia de estos hallazgos aparece descrita en LANDAETA ROSALES (1912).”
- Las minas de oro de Guaicapuro se ubicaron en la actual Quebrada Las Minas. El explorador Hellmuth Straka, padre del historiador Tomás Straka, observó ruinas de infraestructura minera y restos de una máquina de molienda, con fecha 1875. La cuenca fue cartografiada por Herrera y los sedimentos fueron analizados por Zavatti, encontrando valores de oro de 1,2–1,8 g/ton. En el sitio se han realizado excavaciones arqueológicas, que han permitido demostrar la extencia de túneles.
- El ingeniero Franco Urbani, miembro de la Academia Nacional de Ingeniería y Hábitat, ha recientemente estudiado la posible existencia de minas de oro en el Estado Carabobo. En la prensa venezolana se ha denunciado el auge de la minería ilegal y no supervisada en Carabobo. Las minas se conocen, aparentemente, desde hace siglos. Pero habían sido abandonadas.
- Sobre este tema, Alexander von Humboldt dijo: “”A pesar de los gastos hechos bajo la intendencia de Don José Avalo, la gran cuestión de si la provincida de Venezuela posee minas dignas de ser explotadas parece aún indecisa”.
- Guía de Caracas: “ Caracas se debatía entre lo bucólico y lo primitivo e insalubre. En 1764 José Luis de Cisneros, agente de la compañía Guipuzcoana, describe «las aguas abundantes y delicadas de cuatro ríos que descienden de la primera cordillera y por todas las calles corren y sirven para fecundar muchas huertas». Estas acequias que bajaban del río Catuche recorriendo las cuadras de norte a sur eran propicias a los cultivos, mas no para la compleja vida de una ciudad sometida a constantes aguaceros.”
- Cuenta Arístides Rojas: “En la colonia Tovar, al Norte de la Victoria, y sobre una meseta de la loma de Maya, se encuentran muchas rocas cubiertas de figuras que representan caras humanas, serpientes, tigres y manos, formando grupos, como tambien imagenes del sol y de la luna. Estas rocas esculpidas se hallan igualmente en el descenso de la fila montañosa hácia las vertientes del rio Tuy y en su prolongación hacia las costas del mar. Probablemente, estas piedras esculpidas son túmulos de algun viejo cementerio de los antiguos Taramainas que poblaron las regiones orientales del lago de Tacarigua; y esto parece tanto más cierto, cuanto que los Pieles Rojas, en Nuevo Méjico y en otras regiones de los Estados Unidos de América, esculpieron en las tumbas de sus antepasados, caras y manos, como símbolo de la amistad.”
- Federico Villalba: “ Caricuao es un graben, nos confesó una vez don Luis González Guillén, el cronista sentimental de Caricuao, aludiendo a una depresión, o fosa tectónica de forma alargada que está limitada por fallas.”
- El Valle de La Pascua le debe su nombre a Diego de Losada, quien después de haber derrotado a los Indios Teques y a su cacique Guaicaipuro en las montañas de San Pedro, pasó los días de la Pascua en ese lugar.
- William Curtis: “The pests are bad enough in Mexico; they are worse in the “West Indies; but in Venezuela — the less said the better. Between La Guayra and Caracas rises a mountain called La Silla (The Saddle), from the shape of its summit, eight thousand six hundred feet above the sea. (…) The guide-books and geographies say that La Guayra [Venezuela] is the hottest and most unhealthy place in the world; that it is hotter than Cairo, or Madras, or Abushar, or Aden, or Yuma; but the United States consul says that this is an absurd and inexcusable falsehood, and represents the city as being a most attractive summer resort. (…) If the whole coast of South America had been explored for the worst place in twenty thousand miles to build a city, there could not have been found one with greater natural disadvantages (…), than La Guayra, the seaport of Caracas, capital of Venezuela.”
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Autor: Vicente Quintero
Vicente Quintero @vicenquintero
Vicente Quintero is a Venezuelan social scientist and author of the book ‘El Tercer Reich en Venezuela’. He holds a Bachelor’s degree in Liberal Studies from the Universidad Metropolitana of Caracas (Political Science, Economy, History and Philosophy) and decided to focus his dissertation research on the national security policy of Russia (Government and Public Policy) at the Central University of Venezuela.