La violación sexual: un arma de guerra y de dominación cultural
De acuerdo al derecho internacional, el abuso sexual generalizado y sistemático durante la guerra es un crimen de lesa humanidad.
Contexto
A nivel politológico, el sexo es, al mismo tiempo, poder duro (fuerza militar) y poder blando (influencia cultural). La masculinidad y la cultura sexual en el seno de los cuarteles y el ejército tiene un propósito y un sentido. El sexo y la sexualidad no solo están asociados a la guerra, sino que además son herramientas esenciales a la hora de controlar un país. A través del sexo y la sexualidad, que no son términos equivalentes, se expresa el poder de un ejército sobre el otro. El militar tiene que desarrollar su apetito sexual — y que no necesariamente tiene algo que ver con eso que llaman masculinidad tóxica — . Después de todo, la sexualidad juega un relevante rol en la formación de la identidad y el desarrollo integral de la persona. En el campo de la psicología, el grado de importancia que se le da depende de la escuela psicológica.
La violación, a nivel psicológico, es uno de los eventos traumáticos de mayor impacto que puede vivir una persona. A grandes escalas, sirve para dominar a todo un colectivo, a través de la degradación moral y humana, con el fin de conseguir la rendición y la sumisión del enemigo; una marca de vergüenza y estigmatización a los pueblos sometidos. La hipermasculinidad que se fomenta en los militares tiene, entonces, un papel trascendental. El militar debe estar preparado para conquistar un territorio extranjero y proteger el suyo, con todas las implicaciones que tales misiones conllevan.
Después del fin de la Segunda Guerra Mundial, a partir de la realización de los juicios de Nuremberg, la comunidad internacional ha condenado el uso de la violación sexual en las contiendas bélicas como un crimen de lesa humanidad. Por lo menos en lo formal, los gobiernos prometen hacer cumplir el derecho internacional y los códigos de conducta, al mismo tiempo que ofrecen asesoramiento y servicios de asistencia social para las víctimas de abuso sexual. Pero al final, todavía la humanidad discute si la guerra es parte o no de su naturaleza. Y la violación sexual ha sido históricamente una de las más importantes armas bélicas.
Durante la Segunda Guerra Mundial, muchas mujeres fueron secuestradas, encarceladas y obligadas a satisfacer las necesidades sexuales de las fuerzas de ocupación, tanto de un bloque, como del otro. Crímenes de lesa humanidad que nunca recibieron condena: la documentación sobre el tema es escasa, difícilmente accesible al público y la mayor parte de los archivos fueron destruido. Sin embargo, la Segunda Guerra Mundial representó algunos cambios significativos. Un escenario similar tuvo lugar en la Guerra de Vietnam, en donde la violación sexual también tuvo un papel relevante. En la guerra, el objetivo es quebrar el alma y destruir la dignidad del adversario. La tendencia, hoy en día, todavía prevalece: desintegrar la familia es desintegrar el país enemigo. Y esa desintegración debe tener lugar en todos los frentes posibles: militar, económico, social, moral, sanitario e infraestructura. Christian Caryl, en el año 2017, denunció en The Washington Post que la violación sexual es todavía usada como un arma de guerra, de acuerdo al informe de la ONG Human Rights Watch sobre los eventos en Burma y los reportes de los medios de comunicación sobre Siria.
La violación sexual como arma de guerra
Pocos recursos bélicos son tan efectivos como la violación, en el caso de la ocupación de un territorio. El abuso sexual erosiona el tejido social de una comunidad y quiebra la institución central de la sociedad: la familia. El dolor que se imprime en el seno de las familias que son víctimas de abuso sexual no se borra fácilmente. Los jefes del hogar pierden su orgullo y las mujeres son degradadas al nivel de mujerzuelas; entendidas como objetos de placer sin condición humana. Además, al haber sentido los hombres que han perdido la capacidad de proteger a sus mujeres, estos pueden descargar su frustración ejerciendo un control violento sobre ellas en el hogar. A nivel metodológico, es uno de los temas más difíciles de investigar, debido a la sensibilidad del tema y la protección sobre las víctimas. El estudio sistemático de la violencia sexual ha sido difícil debido al silencio de las víctimas, la falta de voluntad de las autoridades militares, políticas y legales para procesar a los abusadores, y la falta de comprensión ciudadana sobre el impacto político del abuso sexual.
Documentar la violencia sexual en tiempos de guerra sigue siendo un enorme desafío para los investigadores. La obtención de datos confiables y precisos; identificar a los perpetradores, acercarse las víctimas; determinar los contextos en los que tiene lugar la violencia sexual; establecer las necesidades de seguridad, médicas y psicosociales de las víctimas que prefieren guardar silencio; son tareas que le pueden llevar años a un investigador interesada en esta cuestión. La recopilación minuciosa de datos sobre el tema es un deseo prácticamente irrealizable. Las grandes ONG como Amnistía Internacional, Médicos sin Fronteras y Human Rights Watch, que cuentan con buenas técnicas estandarizadas para recopilar información sobre el tema, aún enfrentan serias e importantes limitaciones para estudiar y evaluar estos problemas con precisión. Es necesario un mayor compromiso por parte de los Estados-Nación y los gobiernos que ejercen el poder soberano.
En los ámbitos cultural, mitológico e histórico, la violación sexual y la guerra han sido términos que han tenido una fuerte conexión, prácticamente analógica a la que existe entre la guerra y el saqueo de bienes. A nivel discursivo, la misma guerra ha sido presentada históricamente en la literatura con metáforas alusivas a la violación sexual. La violencia es el hilo medular entre la guerra, el saqueo y la violación sexual: el punto común de este comportamiento bárbaro. La guerra es entendida como una oportunidad para violar el honor de una persona, razón por la cual también podría ser relevante evaluar esta conducta con base en los términos de la teoría constructivista y la noción sociocultural del rol en la sociedad (Skjelsbæk, 2012: 48–50; Skjelsbæk, 2012: 74).
La evidencia documental sugiere que es un fenómeno complejo que no siempre se presenta bajo las mismas condiciones. Aunque los casos que más han sido estudiados son los eventos de abuso sexual generalizo que han tenido lugar en Bosnia, Ruanda, Sierra Leona, el Congo y Polonia, lo cierto es que cuando se explora más allá de dichas latitudes se evidencia que la violación sexual como recurso bélico puede tener casi infinitas manifestaciones.
Según Michelle Leiby, en su disertación doctoral, no fue sino hasta la década de los noventa del siglo XX, a partir de los eventos ocurridos en Yugoslavia (1992–1995) y Ruanda (1994), que la comunidad internacional comenzó a investigar con rigurosidad los casos de violación sistemática, embarazo o gestación forzada y otras formas de abuso contra mujeres (Leiby, 2012:199–201). En el caso de Yugoslavia, es necesario señalar que se ha documentado la existencia de campos de violación en donde los sujetos, principalmente mujeres, eran víctimas de abuso sexual en grupo. En no pocas ocasiones, las mujeres que fueron sometidas a esta forma de tortura quedaron embarazadas.
En la América Latina del siglo XX, las torturas sexuales en ambientes militares y conflictos bélicos también ha sido documentada, especialmente en países como Argentina, Chile, Guatemala y El Salvador, si bien la dificultad para acceder a los datos oficiales sobre el tema ha estado presente y muchas víctimas se abstienen de hablar abiertamente sobre el tema, debido a las secuelas psicológicas del abuso, lo cual implica limitaciones en términos metodológicos (Bunster-Burotto, 1986; Leiby, 2012).
Myriam Miedzian: “La participación del hombre en la guerra es una prueba de virilidad”
La violación sexual como arma bélica no sigue un único patrón; esta debe ser contextualizada en su precisa dimensión. Según Elizabeth Wood (2012), las principales variables a tomar en consideración para entender y contextualizar el uso de la violencia sexual durante una guerra son: el grupo objetivo, la forma, el propósito y la frecuencia. Algunas veces está acompañada del asesinato del enemigo y otras veces no: depende de la circunstancia.
En cuanto al grupo objetivo, debe destacarse que los grupos armados suelen abusar de las mujeres y niñas que pertenecen al grupo que consideran “enemigo” durante las operaciones de limpieza étnica; otros grupos violan tanto mujeres como hombres de forma sistemática; la violación sexual sirve para degradar y vulnerar a grupos políticos y no siempre se limita a las cuestiones étnicas/nacionales; etcétera. En algunos casos, la violencia sexual tiene una orientación identitaria, selectiva y muy focalizada, mientras que en otros se trata de una conducta indiscriminada que implica el ejercicio del abuso sexual sobre individuos que ni siquiera son parte del grupo enemigo. La violencia sexual, entonces, puede ser tanto estratégica como oportunista; debe ser comprendida en los términos de las teorías de la conducta humana. En este último caso, obedece más a deseos particulares y privados que a objetivos militares bien definidos; un subordinado puede ser abusado sexualmente por un superior, aún cuando son parte del mismo grupo y comparten los mismos ideales e intereses estratégicos.
Tampoco debe entenderse a la violación como la única manifestación de violencia sexual. En términos amplios, la violencia sexual abarca también otra serie de políticas bélicas, como lo son: la mutilación genital, el abuso simbólico sin penetración, la esterilización forzada, la gestación forzada, entre otras. En el caso de la gestación forzada, cabe destacar que esta es una de las formas de humillación más grandes que puede sufrir una mujer, que debe hospedar en su cuerpo durante nueve meses a un niño que fue el fruto del ataque militar en contra de una población. Aunque no existe consenso sobre el tema, hay razones para considerar que quizá la gestación forzada puede ser tan o más traumática que la misma mutilación.
La forma de violencia sexual también presenta sus variaciones: la tortura sexual, la prostitución forzada y la esclavitud sexual, aunque son fenómenos que guardan cierta relación, no se toman como sinónimos; no siempre se da el mismo tipo de abuso sobre el grupo atacado. También, en determinados contextos, la guerra es vista como una oportunidad para expresar, con mayor libertad, las conductas que ya tienen presencia en condiciones de paz, pero suelen ser reprimidas por las convenciones sociales y los estándares morales, es decir, no siempre es una genuina innovación en el marco de la cultura sexual de los pueblos y la estructura familiar. A veces, la violación no es ordenada por los superiores, sino que simplemente es tolerada y aceptada.
La violación sexual está relacionada, en términos bélicos, con el asesinato de las víctimas y el desplazamiento de familias del territorio en donde han vivido durante décadas — y en ciertos casos hasta siglos — . Dependiendo del contexto, la víctima puede ser asesinada, mutilada, desplazada o simplemente abandonada; un ejemplo para el resto de la población que debe entender las consecuencias de no acatar las órdenes. También es una forma de castigo para exigir la sumisión de los rebeldes, para lo cual la violación debe hacerse de forma pública y explícita. Los casos de Ruanda, Guatemala y los de los gobiernos militares de América Latina durante el siglo XX son algunas evidencias de los más sanguinarios casos de abuso sexual, en el contexto de un conflicto armado cuyas motivaciones pueden ser de diversa índole: cultural, político, étnico militar, económico y social (Wood, 2012; Leiby, 2012).
En ciertos conflictos, el patrón de violencia sexual es simétrico, con la participación en actos de violencia sexual de todos los actores involucrados en la guerra, ya sea de forma directa o indirecta; en otros conflictos puede ser muy asimétrico, es decir, no todos los grupos armados responden a la violencia sexual de los demás participantes en la guerra. Y el contacto sexual en la guerra, bajo ciertas condiciones, también puede terminar siendo consensuado. Entre el blanco y el negro existe un amplio abanico de posibilidades en esta materia: la guerra abre esa posibilidad.
Elizabeth Wood: Para convertirse en hombres, los niños primero deben convertirse en guerreros. La dominación del enemigo es entendida en términos de género y la violencia sexual es usada contra las poblaciones enemigas. El ataque bélico-sexual en contra de mujeres y hombres enemigos encuentra fundamento en la noción de masculinidad.
Con respecto al propósito, se entiende que la violación sexual es uno de los recursos más efectivos y eficaces para limpiar étnicamente a una población enemiga. En los casos de genocidios — tomando como base la definición formal del Estatuto de Roma — , ha sido vista como una de las estrategias más efectivas para sublevar el enemigo, que en estos casos no se trata de un gobierno cuya ideología o política resulten incómodas, sino de un pueblo entero que comparte un patrón étnico que debe ser eliminado de forma sistemática. En otras ocasiones, especialmente en aquellas donde el factor étnico ha tenido una menor relevancia como motivación del conflicto bélico, la violación sexual ocurre de forma circunstancial y no planificada de forma sistemática para dominar al enemigo; el soldado se aprovecha de la coyuntura y busca satisfacer sus necesidades básicas sobre la población civil atacada.
Aunque a menudo se considera que el abuso sexual entre militares es inevitable, y el mismo presidente Donald Trump ha realizado polémicos comentarios sobre el tema, lo cierto es que la evidencia no es consistente. La violación sexual en el ejército, y luego en contextos bélicos, suele ser un evento común y ya hasta esperado. Pero no siempre se han logrado documentar casos de abuso sexual, lo cual evidencia que la guerra no siempre está acompañada de una violación sistemática de las poblaciones atacadas, es decir, no es una condición per se en el conflicto, aunque ciertamente se ha documentado, a lo largo de la historia, con una alta frecuencia que sugiere que, existe una estrecha relación entre la guerra y el sexo, incluso con bases biológicas.
En cuanto a la frecuencia, es necesario tomar en cuenta y contabilizar estadísticamente, dependiendo del objeto de la investigación, el numero de eventos de violencia sexual y su manifestación específica; los números de casos reportados de violencia sexual en la población atacada en cuestión; y la fracción estadística de la población que sufrió, en al menos una ocasión, algún ataque de índole sexual. El grupo atacado puede ser definido en términos geográficos, étnicos o nacionales/estatales/soberanos. El grado del ataque sexual depende de los objetivos buscados en un tiempo determinado; de obtener efectivamente lo que se busca de la población que se intenta controlar. Mientras que en algunos casos puede considerarse efectivamente una estrategia sistemática de guerra, en otros no pasa de ser un caso aislado; una manifestación conductual y circunstancial de los más salvajes instintos del hombre.
Reflexiones
La violación sexual no es inevitable y tampoco se hace por desliz o equivocación. Una persona abusa sexualmente de otra de forma intencional y premeditada, ya sea para satisfacer sus deseos personales o tribales, o bien, seguir la estrategia militar en combate. Es necesario superar la barbarie y avanzar en la dirección de construir una sociedad internacional más justa: los derechos humanos deben ser la base del derecho internacional y la violación sexual como arma bélica, cuando es usada de forma generalizada y sistemática, es un crimen de lesa humanidad. Las justificaciones de índole biológica y militar no deben justificar y normalizar una conducta que denigra la dignidad del ser humano.
El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas ha señalado que la violación sexual, entendida como táctica de guerra, es uno de los principales problemas a atender en el marco de construir una sociedad internacional más justa. Por unanimidad, en la institución se ha llegado a votar con un rotundo sí las resoluciones que condenan el uso de la violación en los conflictos armados. Pero como se ha evidenciado, la violación sexual sigue siendo usada como una importante arma de dominación cultural. Y hablamos de cultura porque este es un término que abarca en su amplia dimensión las variables política, económica, idiosincrática, militar, social y religiosa que configuran la identidad de un pueblo y su cosmovisión del mundo. Se sigue denunciando que la violación sexual es usada como un arma de guerra, más allá de los rechazos simbólicos que han hecho los organismos multilaterales ante tal bárbara conducta.
Es necesario acabar con la cultura de impunidad; existe la noción de que el fuerte y el victorioso no pagará por sus crímenes sexuales durante la guerra, noción fundamentada en los hechos históricos y en la misma actitud que tiene la sociedad ante las víctimas, que con frecuencia culpa a la víctima y no al victimario. Es necesario exhortar a los Estados miembros de los organismos multilaterales a cumplir con sus obligaciones de enjuiciar a los responsables de los delitos de guerra, con el fin de ponerle fin a la impunidad histórica que ha acompañado la realización de tales delitos. Y especialmente: aplicar medidas que logren reducir de forma efectiva la incidencia de casos de violación sexual en los centros de refugiados. Las víctimas no solo son violadas por sus enemigos, sino también por aquellos que llegan a darles asistencia humanitaria, lo cual es todavía más atroz. ¿Estamos haciendo lo suficiente para acabar con estos problemas?
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Vicente Quintero