La geometría tántrica en el centro del poder del palacio

Vicente Quintero
6 min readNov 3, 2020

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Emile Nolde - “Young Couple”

El centro del poder en el palacio y sus satélites nos permiten reconstruir hechos y narrativas que, de una forma u otra, sirvan para interpretar la realidad y presentarla al público. La interpretación se establece a menudo a través del enigma. Porque eso es lo que hacemos: buscar datos y evidencias que nos permitan interpretar los hechos y acercarnos a la verdad. Verdad que es, en sí misma, un concepto. Y como tal, procede de una idea, que puede ser vista como creación. La verdad sigue siendo un terreno en disputa. Las máximas escolares e históricas están sujetas a la constante revisión. Tanto humanistas como científicos se equivocan.

Dirán que las fotografías nos permiten ir más allá de aquello que fue registrado en diarios e inventarios. Pero entienda usted que eso no nos basta. No, no es suficiente. No lo es porque hay sustancias que pueden pasar inadvertidas ante el lente de una cámara. Es por ello que, con frecuencia, es necesario aplicar luz ultravioleta en las superficies para detectar múltiples fluidos humanos. Es cuestión de iluminación y percepción: los sentidos nos muestran una imagen de la cosa en sí que puede ser engañosa.

Así, es mucho lo que una alfombra puede contar. Aunque muda, la alfombra puede comunicar. Tanto así, que una alfombra puede decir más de lo que algunos piensan. Porque la comunicación no se reduce a la expresión verbal que, cuando se limita a las básicas palabras vacías y sin fondo, es muy poco lo que dice y transmite sustancialmente. Porque la historia no está solo en lo que se ha escrito; no todo lo que se escribe es verdad y no todo lo que es importante se escribe. Lo que ni se escribe ni se registra es tan digno de análisis y estudio como lo que se escribe y registra, en tanto la escritura y el inventario también tienen un propósito y razón de ser en el mantenimiento de las estructuras de poder de las instituciones sociales y políticas.

Los fluidos en la alfombra son pruebas de la presencia individual y colectiva del hombre en un determinado tiempo y espacio. Asociaciones que, a su vez, nos llevan al divino lenguaje de la geometría y las matemáticas. Porque el triángulo amoroso es parte de la vida política en sociedad. Una forma llena de intensa energía tántrica que es, en sí misma, una palabra. El lenguaje no solo viene del signo cognitivo, sino que este también está sumergido inter y transversalmente en la forma. El lenguaje es geometría: desde el abecedario hasta la caligrafía. Pensemos en la estética, la forma y la razón kantianas.

Hablar de geometría en el palacio no solo es importante para entender el papel y la trascendencia de esta a través de la figura del triángulo amoroso, sino que también es esencial para vivir plenamente el kamasutra y la biblia. Porque la posición sexual también evoca la forma, enciende la energía y conjura el ritual: así pasa con los tríos, los bacanales y hasta los ciempieses humanos. Porque el ciempiés es un quilópodo y quilópodo viene del griego kheilos (labio) y podos (pie). Y así, hay pocas cosas más divinas y encantadoras para la imaginación que pensar en un cónyuge presidencial que no tenga ningún compromiso político con nadie. Por lo menos no conscientemente, aunque sí en la subjetividad y a través de las identidades y desidentidades. Algo así sería darle rienda suelta a la fantasía del poder desde el mismo trono.

Se le atribuye a Galileo Galilei, cercano amigo del genial teólogo italiano Paolo Sarpi, la siguiente frase: ‘las Matemáticas son el lenguaje con el que el Dios ha escrito el universo’. En su propia estructura, la matemática es el lenguaje de la ciencia, del universo y de la nube que conocemos como internet. Así, la geometría tántrica en el palacio es una palabra con poder social, político y sexual. En ese orden de ideas, es que Foucault en El Orden del Discurso, nos dice que hablar puede ser peligroso. Lo disruptor puede ser silenciado, en tanto no siga un orden adecuado que le permita, más o menos, encajar.

¿Quién escucha la palabra que se pronuncia, a través de la geometría sexual, en el centro del poder del palacio? ¿De qué habla? ¿A quién se dirige? ¿Qué significa lo que dice? ¿Estamos ante palabras, o más bien, protopalabras? ¿Nos define más el silencio que la misma palabra? La palabra es la base de nuestra cultura y el espacio de creación. Mediante la imagen y el ícono, el verbo se hizo carne; lo invisible se volvió visible; la palabra tomó un rostro humano. Si la palabra es un sonido robado al silencio para dar sentido, el silencio es anterior a la palabra. Más que anterior, el silencio es el espacio de lo primordial. La palabra es la respuesta al vacío de lo no-significante, y en ese orden de ideas, es la base de nuestra cultura. Sin el ritmo que impone la pausa, no habría sentido alguno en el verbo.

El centro del poder del palacio, que no es estático y se mueve entre y detrás de las sábanas, la cama y la alfombra, es el punto ciego de lo inefable, lo pre-nombrable y lo no-nombrable, que no debe entenderse como innombrable, porque no necesariamente lo es, en tanto luego podría ser aprehendido por la letra. Porque la sociedad es un sistema orgánico en donde los gobernantes ejercen el poder y tienen la autoridad sobre los gobernados, que a pesar de su condición, también tienen una cuota de poder y representación. La relación umbilical que existe entre el sexo y el poder es análoga a la del súbdito espectador con sus poderosos gobernantes, que duermen en las camas del palacio. Y no lo olviden: el pueblo puede ser el que termine pagando, una que otra vez, la frustración sexual en el centro de poder sexual del palacio. Es que alguien tiene que pagar los platos rotos.

Porque, aún en su abstracción, el poder tiene una enorme fuerza sobre la pareja presidencial. El gobernante puede convertirse en un esclavo del poder. Estar en la cama presidencial conlleva privilegios, pero también ataduras y compromisos que, inevitablemente, pueden convertirse en hostiles enemigas de la libertad del ego. La geometría tántrica en el palacio nos hace valorar, una vez más, lo sublime en la abstracción. La forma es, al mismo tiempo, origen y fin. Génesis y apocalipsis. Trasciende y va más allá de nosotros.

Recordemos nuevamente que el deseo es el deseo del otro, idea generalmente atribuida a Lacan, pero que tiene su base en la obra, vida y pensamiento de Hegel. El deseo propio no solo es fundamental para entender la dialéctica entre amo y esclavo, en donde uno depende del otro, sino que puede además ser entendido como el motor de la historia y la cultura de la humanidad, en tanto el deseo está determinado por la interacción social y el poder que ejercen los otros. De ahí la importancia del centro del poder en el palacio: son los que tienen el poder en sus manos y el deseo hacia un objeto natural está mediado por el deseo de otro dirigido al mismo objeto en cuestión; el otro detenta las llaves del objeto deseado, en tanto su primer objeto es ser reconocido por ese otro y es por esta razón que el deseo del hombre encuentra su sentido en el deseo del otro. La geometría y el sexo son significantes de ese deseo que es, en última instancia, motor de la historia. Deseo del deseo. Deseo del deseo del otro, deseo del deseo de reconocimiento y deseo del deseo insatisfecho. Deseo que no hace más que sujetar lo que el análisis subjetiviza. El acto, producto del deseo, devela una verdad, relativa o absoluta, que ha estado sumergida y escondida.

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Vicente Quintero
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Written by Vicente Quintero

Social researcher. Politics, Philosophy, History and Economics. Poetry. Amazon: https://www.amazon.com/dp/B08FCTQP3L/

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