La China del siglo XX y las acusaciones de narcoterrorismo (1949 en adelante): la propaganda en medio de la ficción y la realidad

Vicente Quintero
13 min readAug 28, 2019

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Aproximadamente, fue en el año 1949 que aparecieron los términos narcoterrorismo y narcocomunismo en los argots académico, militar comunicacional y propagandístico, para referirse a aquellos gobiernos que usaban la estructura del Estado-Nación para el narcotráfico. Aunque el libro ‘Red Cocaine: The Drugging of America’ de Joseph D. Douglass — ex-director adjunto de la CIA — , sobre el rol del narcotráfico en los países rivales de EE. UU., no estuvo exento de importantes controversias, lo cierto es que especialmente a partir de los setenta, la penetración de las drogas en los sistemas políticos nacionales, tanto dentro como fuera de Occidente, ha sido notable.

Panfletos informativos y propagandísticos en la China comunista.

El término ‘narcoterrorismo’, a nivel comunicacional, fue uno de los términos más fuertes usados durante el siglo XX, quizá más fuerte que el hoy popular ‘Narcoestado’. En medio de la contienda internacional de la lucha contra las drogas, el impacto reputacional sobre un Estado que fuera catalogado de narcoterrorista era notable: más que de redes criminales clandestinas, en el fondo lo que se sugería era la existencia de gobiernos que activamente cooperaban con el tráfico de drogas con el fin de quebrar el espíritu nacional de sus enemigos mediante la promoción de los vicios, la decadencia moral y las enfermedades. Estas acusaciones, muy a menudo, eran legitimadas por reportes de inteligencia, cuyos niveles de investigación y métodos para contrastar las fuentes suelen ser, en líneas generales, impecables. Pero la evidencia histórica demuestra que, especialmente en tiempos de guerra, las agencias de inteligencia pueden ser usadas para mentir y justificar un proyecto de carácter político y bélica — bajo la presión de instancias superiores — ; una prueba relevante de ello fueron los reportes sobre la presunta exista de armas nucleares en la Irak Saddam Hussein. Las armas nunca fueron encontradas.

Como antecedente de las operaciones comunicacionales y psicológicas de preparación social ante eventos de gran importancia geoestratégica de la talla de la Guerra de Vietnam, la carrera armamentista nuclear entre Estados Unidos y la Unión Soviética, y el conflicto con la Irak de Saddam Hussein, resaltan por su importancia las acusaciones que desde mediados del siglo XX se hicieron en contra de la República Popular de China, cuyos gobiernos supuestamente habían promovido activamente el terrorismo internacional mediante la difusión del comunismo y la expansión de las redes de narcotráfico chinas en el mundo occidental. Este es uno de los casos que, en términos históricos, nos demuestra cómo la lucha internacional contra el narcotráfico es, en algunos casos específicos y bajo ciertas condiciones, también usada como un arma política y comunicacional.

Más allá de que los datos expuestos por el ex-director adjunto de la CIA Joseph D. Douglass en ‘Red Cocaine: The Drugging of America’ hayan sido cuestionados y hasta refutados por su falta de precisión, cabe resaltar la necesidad de contextualizar la obra de Douglass en el marco de la obra de Harry J. Anslinger, quien actuó en calidad de ‘comisionado estadounidense para la lucha contra el narcotráfico’ y fue el primer director de la Federal Bureau of Narcotics. Anslinger denunció con firmeza la participación de China en la proliferación de drogas y estupefacientes a lo largo y ancho del mundo. Desde entonces, el peligro que representa el tráfico ilícito de drogas para la estabilidad de la sociedad norteamericana ha sido una cuestión que ha persistido en el discurso político.

Los reportes de Anslinger y el aparato de inteligencia estadounidense sirvieron para aislar diplomáticamente a China, al extremo de que el país asiático llegó a ser excluido de las Naciones Unidas. Durante las décadas de los cincuenta y sesenta, muy rara vez se llegó a cuestionar en los medios de comunicación la veracidad de los informes sobre el involucramiento de China en el narcotráfico internacional.

Anslinger en 1937.

En 1952, el Comisionado para la Lucha Contra el Narcotráfico, el señor Anslinger, señaló en su informe oficial que la China comunista producía más de 4.000 toneladas de opio al año, es decir, más de ocho veces la cantidad de producción mundial legal. A su juicio, con base en investigaciones y revisiones de las estadísticas de incautación y los informes de arresto proporcionados por el Comandante Supremo de las Potencias Aliadas (SCAP), toda la heroína incautada en Japón en 1951 provenía de la China comunista, ya sea a través de Hong Kong o Corea del Norte, puntos estratégicos en Asia. Anslinger dijo que los traficantes arrestados habían confesado que las ganancias del contrabando de narcóticos se utilizaron para financiar las actividades del Partido Comunista y garantizar, además, la obtención de materias primas vitales para el desarrollo industrial de China. Aunque los chinos se defendieron de tales acusaciones, que consideraban infundadas por completo, fueron pocas las voces que se sumaron a su favor; el mismo representante soviético ante la CND, que se pronunció contra la guerra bacteriológica en Corea y los hechos de violación de mujeres japonesas por parte de soldados estadounidenses, tuvo poca receptividad y apoyo internacional. Durante la década de los cincuenta, el único analista político en los Estados Unidos, de cierta relevancia, que cuestionó las afirmaciones de Anslinger, fue John O’Kearney. Para la gran mayoría, Anslinger era visto como una autoridad y su opinión no era cuestionable.

La fuerte retórica comunicacional de la China narcoterrorista y narcocomunista duró alrededor de unas dos décadas, hasta que, a partir del año 1971, comenzaron a mejorar las relaciones bilaterales entre los Estados Unidos y la República Popular de China. Aunque no necesariamente existió una relación causal entre los hechos, el descongelamiento de las relaciones diplomáticas entre ambos países y el cambio del discurso de los medios occidentales sobre la involucración sino-asiática en el problema del narcotráfico fueron factores que coincidieron, en términos temporales y contextuales, con la publicación en 1972 del libro ‘The Politics of Heroin in Southeast Asia: CIA Complicity in the Global Drug Trade’ por parte del entonces joven erudito Alfred McCoy, graduado en la Universidad de Yale. A lo largo de su investigación, el señor McCoy desmonta y cuestiona las afirmaciones de Anslinger sobre el papel de China en el narcotráfico internacional; ante la opinión pública quedó en evidencia que los organismos de inteligencia son capaces de mentir, manipular y hasta desinformar, por más loables y nobles que sean los motivos que encuentren para justificar sus operaciones mediáticas.

El argumento central de la investigación de McCoy — quien actualmente es profesor de Historia en la Universidad de Wisconsin-Madison — se puede resumir en cuatro puntos básicos: primero, los agentes de inteligencia habían trabajado en complicidad con grandes redes de narcotráfico en el Sudeste Asiático; segundo, estos cubrieron conscientemente las actividades de estos grupos, incluso en los casos más notorios y evidentes; tercero, tuvieron una participación importante y destacada en el tráfico de opio y heroína; cuarto, la CIA se había financiado con dinero proveniente del narcotráfico. Al igual que el libro publicado por Joseph D. Douglass, esta investigación no estuvo exenta de controversias. La CIA hizo todo lo que estuvo a su alcance para impedir la publicación de ‘The Politics of Heroin in Southeast Asia: CIA Complicity in the Global Drug Trade’, llegando incluso a ejercer presión sobre la casa editorial. Esto queda evidenciado a través del material desclasificado de la misma CIA, que como es bien sabido, no digitaliza el material más sensible que aún se conserva en el seno de sus instalaciones. Por parte de la CIA, las afirmaciones de McCoy fueron percibidas como sesgadas, no solo por el enfoque de criminalizar las actividades de los servicios de inteligencia estadounidenses, sino además por ignorar y omitir algunas fuentes que, si bien no negaban completamente los hechos demostrados por McCoy, al menos sí habrían ayudado a balancear y contextualizar más la cuestión. El hecho de que algunos funcionarios estadounidenses participaran en el negocio del narcotráfico tampoco hacía a la CIA, y mucho menos al país, narcotraficantes.

A pesar de la posición de la CIA y las fuertes presiones ejercidas para evitar la difusión de la investigación, en 1972 fue publicado y Alfred McCoy adquirió gran prestigio académico y notoriedad por sus dotes como investigador. Tomando en cuenta los riesgos a los cuales se expondría la institución si prohibía la edición y comercialización del material, la CIA se limitó a revisarlo y dar las recomendaciones que consideraba pertinentes, si bien la mayoría fueron ignoradas por la casa editorial, que puso por encima la credibilidad de McCoy como investigador sobre la de la CIA como institución. Desde 1972 hasta entonces, la investigación de McCoy ha sido publicada en numerosas ocasiones por distintas ocasiones y es considerada uno de los mejores trabajos intelectuales en materia de guerra de información y la falsificación de datos, como recurso para demonizar al enemigo geopolítico y fortalecer los estereotipos sobre una nacionalidad o gobierno.

Para Aristóteles, la verdad suele estar, muy a menudo, en el medio; más allá de los intereses de los grupos involucrados.

Panfletos informativos y propagandísticos en la China comunista.

En consecuencia, la CIA entró en descrédito ante la opinión pública estadounidense, al darse la población cuenta que los métodos no siempre son los más limpios; la metodología de investigación no era la más honesta; los ciudadanos no saben realmente cuáles son las intenciones detrás de los reportes que se difunden en la prensa. Los términos narcoterrorismo y narcocomunismo, si bien no perdieron total relevancia en el ejercicio periodístico estadounidense, pasaron a tener una importancia más secundaria, debido a que el ciudadano promedio ya asociaba los términos a la manipulación informativa y la promoción de teorías conspirativas con fines políticos. En los casos de países como Nicaragua, Panamá y Cuba — en menor medida también Colombia, México y hasta Venezuela — , la retórica del narcoterrorismo no desapareció, sino que se refinó y perfeccionó sus anteriores métodos, siendo ahora más cuidadosa y oportuna a la hora de difundir los reportes, cuyos contenidos debían ser meticulosamente elaborados en función del impacto esperado en la opinión.

¿Hasta qué punto un Estado puede ser calificado de ‘narcoterrorista’ por la participación de un alto funcionario en el narcotráfico internacional? Dependiendo del caso, las faltas pueden ser personales y no involucran a toda la estructura estatal, como ha alegado la CIA en su defensa ante las acusaciones de narcotráfico.

A nivel académico, se ha subrayado desde entonces que la CIA, como fuente primaria, no es veraz y confiable per se, por lo menos no en términos historiográficos — y en líneas generales, existen razones para dudar hasta cierto punto de cualquier organismo de inteligencia que trabaje para un gobierno; esto muy a menudo parcializa y sesga la orientación del reporte — . Los reportes tienen un gran valor para evidenciar la existencia de un conflicto y las investigaciones que a partir y en relación a este se llevaron a cabo, mas esto no quiere decir que todas las conclusiones desprendidas de los reportes sean ciertas, especialmente en contextos de alta tensión militar y bélica.

Los mismos archivos desclasificados de la institución, en años recientes, han demostrado la manipulación sistemática de la información por parte de dicha organización. En el caso particular de la guerra de información contra China, mostrada hace décadas ante la opinión pública como país ‘narcoterrorista’, han surgido a la luz pública nuevos documentos, los cuales anteriormente sólo habían sido accesibles a muy contados investigadores de confianza, que permiten estudiar, con mayor rigor y profundidad, los motivos detrás de las acusaciones a China como país promotor del narcoterrorismo, confirmando así las afirmaciones que McCoy había realizado en 1972.

Se cree que las motivaciones de las acusaciones de narcoterrorismo en contra de China pudieron estar influenciadas por el conflicto entre la República de China (Taiwán) y la República Popular de China. Cabe resaltar que, hasta el año 1962, los estadounidenses no tuvieron agentes a tiempo completo que supervisaran y monitorearan la situación en el Sudeste Asiático y dependieron, entonces, de los informes provenientes de agencias de espionaje aliadas; la información suministrada provenía, en gran medida, de los servicios de inteligencia de Japón y Taiwán, enemigos de la China Comunista; en la década de los cincuenta, Anslinger colaboró pública y activamente con el “Lobby de China”, una red de nacionalistas chinos y estadounidenses que apoyaban la causa de Taiwán, con el fin de aislar diplomáticamente a la República Popular de China.

Aunque en materia de relaciones internacionales las acusaciones en contra de gobiernos suelen fundamentarse en importantes motivaciones de índole política y económica, en el caso de Taiwán llama profundamente la atención que Anslinger ignoró los reportes sobre narcotráfico, y hasta los desestimó, incluso en los casos más obvios y evidentes. La lucha contra la criminalidad, entonces, parece también estar muy fuertemente influenciada por los colores e intereses. Mientras que en algunos casos la escasa evidencia y las presunciones sirven para acusar y juzgar a una entidad, en otros casos hay que consignar extensos y muy minuciosos expedientes para que sean “revisados” y “analizados”. En no pocos casos la justicia se parcializa políticamente.

Aún cuando el equipo de analistas de la CIA habían concluido que la mayor parte de la heroína que llegaba a los Estados Unidos provenía del Líbano o México y no del Lejano Oriente, China fue hasta principios de los setenta duramente atacada a nivel mediático por ser presuntamente una promotora del narcoterrorismo. Cabe destacarse que, desde 1949 hasta 1971, los informes de inteligencia evidenciaron que el negocio del tráfico del opio estaba precisamente en manos de sectores no comunistas.

La lucha contra el narcotráfico ha estado marcada por factores ideológicos, propagandísticos y políticos. Más allá del interés en erradicar el problema del narcotráfico, ha existido un interés geopolítico en aislar a un enemigo, con base en verdades, medias verdades y mentiras; en la guerra todo vale para las grandes potencias. La guerra necesita legitimarse en la opinión pública, con el fin de orientar a la ciudadanía hacia un enemigo objetivo común.

Aún cuando las acusaciones en contra de China como Estado-Nación promotor del narcoterrorismo fueron en gran medida infundadas, existen pruebas que sugieren que ciertos oficiales tuvieron participación en el negocio de narcóticos, en cooperación con narcotraficantes de Corea, Japón y Hong Kong. La situación, claro está, fue exagerada. Pero esas exageraciones tuvieron, de todas formas, una base en la realidad: limitados y aislados reportes sobre la participación de funcionarios de la China comunista en el narcotráfico asiático.

El indicio de una cuestión, en el ámbito mediático, sigue siendo usado como recurso para atacar gobiernos; la media verdad se usa para deslegitimar a actores políticos y justificar agresiones de índole económico, político y diplomático. Un reporte que no necesariamente prueba algo, pero sí lo sugiere, termina siendo suficiente para convencer a las masas sobre un asunto; evidencia del peligro de la desinformación y la manipulación mediática de las masas.

El problema del narcotráfico y el impacto que este tiene sobre la política internacional es real. La situación demanda soluciones efectivas por parte de la comunidad de Estados; de eso que ahora se conoce como “sociedad internacional”. El hecho de que muchas veces el asunto del narcotráfico sea usado con fines propagandísticos no debe hacernos claudicar en la lucha contra el narcotráfico, sino más bien reflexionar sobre sus motivaciones reales y las dificultades que, a lo largo del tiempo, se han presentado para solucionar el problema, más allá de contar con los recursos técnicos, logísticos, económicos y políticos para ello. Es probable que, quizá, no todo se vea a simple vista, al menos no en su precisa y oportuna dimensión.

El historial de Anslinger en la guerra comunicacional contra China nos debe hacer reflexionar sobre la susceptibilidad de las masas ante las campañas de propaganda y la necesidad de una minuciosa revisión de las acusaciones que se hacen en contra de personas, grupos, entidades, empresas, países y culturas, con el fin de evitar ser manipulados. Los intereses de los grandes lobbys y élites, la difusión de matrices de opinión en los medios de comunicación, la protección de la seguridad nacional y la defensa de una ideología que sirve de sustento para un modelo de sociedad y organización político-administrativa, son factores que deben tenerse en cuenta a la hora de evaluar, con objetividad, la cuestión de las guerras de información, y muy en particular, el acceso a la justicia. La aplicación justa de la ley, especialmente en el ámbito del derecho internacional público, sigue siendo un sueño por conquistar. La justicia internacional no es ajena a la geopolítica y en ella prevalece todavía más la fuerza sobre la justicia.

Nota: “China Comunista” es una categoría historiográfica usada para periodizar la historia del país asiático; las periodizaciones, aunque tienen base en los hechos y la realidad, responden a criterios, posiciones y subjetividades. No todos los historiadores comparten la misma periodización de la historia de China.

*El texto tiene hipervínculos para facilitar el acceso a algunas fuentes.

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Fuentes primarias no publicadas oficialmente — pero ya desclasificadas — :

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Vicente Quintero @vicenquintero

Vicente Quintero is a Venezuelan social scientist and author of the book ‘El Tercer Reich en Venezuela’. He holds a Bachelor’s degree in Liberal Studies from the Universidad Metropolitana of Caracas (Political Science, Economy, History and Philosophy) and decided to focus his dissertation research on the national security policy of Russia (Government and Public Policy) at the Central University of Venezuela.

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Written by Vicente Quintero

Social researcher. Politics, Philosophy, History and Economics. Poetry. Amazon: https://www.amazon.com/dp/B08FCTQP3L/

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