La pederastia es un asunto que no se debe seguir ignorando
Hace algunos días, los directivos de la Academia Belankazar fueron privados de libertad, debido a las denuncias de explotación infantil y venta de material audiovisual a pedófilos. Este escándalo nos tiene que hacer reflexionar sobre la condición del pedófilo, de la cual han surgido debates y discusiones muy polémicas en los años recientes. Entre sus deficiones sobre esta condición, la Universidad de Harvard considera a la pedofilia una orientación sexual. Este es un problema que no se debe seguir ignorando: son muchos los afectados, de una forma u otra.
Estadísticamente, no se conoce con un exactitud cuál es el porcentaje de la población que puede ser identificada como pedófila, sobre todo porque la mayoría de las personas que sufren de esta desviación la esconden — desviación en tanto que no es lo que la sociedad espera del ser humano y es considerada todavía un trastorno — . Según el Doctor Michael Seto (2008), los pedófilos no superan el 5 por ciento de la población adulta, es decir, este sería el techo estadístico — que recientemente ha sido reajustado hasta el 1 por ciento por el mismo Doctor Seto, a través del uso de una metodología más precisa — . En el clero católico, las estimaciones del Papa señalan que los pedófilos representan aproximadamente el 2 por ciento de dicha población. Con base en estos datos, es probable que alguno conozca a un pedófilo y no lo sepa, razón por la cual es necesario reflexionar sobre el tema y no se justifica el silencio (Seto, 2008; Stephenson, 2014; Heine, 2018).
Mediante el análisis de la cultural sexual a través del tiempo, es preciso señalar que esta discusión debe ser contextualizada en el marco de la edad de consentimiento sexual, que tiene sus antecedentes en la Inglaterra de 1275. No fue sino hasta el siglo XVI que algunos estados de Inglaterra y lo que hoy se conoce como Alemania establecieron una edad mínima de consentimiento sexual para tener relaciones sexuales con niñas, la cual era, por lo general, los 12 años. Hacia finales del siglo XVIII, otros países europeos como Francia, Portugal, España, Dinamarca y Suiza comenzaron a promulgar leyes similares, estableciendo así la edad de consentimiento sexual entre los 10 y 12 años. A pesar de los avances en materia legislativa, no fue sino hasta mediados del siglo XIX que se lograron resultados tangibles, debido a que en muchos casos no estaban disponibles los certificados de nacimiento de la niña en cuestión, o bien, eran amañados. Además, los hombres de alto estatus social tenían mayores posibilidades de actuar con impunidad y pasar por encima de la ley (Waites, 2009; Bullough, 1980; Demause, 2009; Demause, 2010).
Según Lloyd DeMause (2010), politólogo egresado de la Universidad de Colombia, especialista en psicoanálisis, en la Antigua Roma se esperaba que los médicos proporcionaran lubricantes para facilitar la penetración anal de los niños. En estas sociedades, las violaciones de niños y mujeres eran comunes y con frecuencia, se alegaba que estos eran “muy sexuales”. El abuso sexual y la conducta pedófilica eran toleradas. No era poco frecuente que un niño comenzara la actividad sexual con adultos a los 7 años de edad, si bien se consideraba que la edad ideal oscilaba entre los 12 y 14 años.
La pederastia, entendida en el marco de la relación aristocrática que se tejía entre el erōmenos y el erastēs, era parte de la cultura de la Antigua Grecia; fundamental en la educación filosófica, entrenamiento militar y formación de tropas, con el fin de que el niño o adolescente se convirtiera en un ciudadano ejemplar. La introducción del joven a la sociedad adulta se hacía a través de la pederastia, entendida como instrumento social institucionalizador. Los mentores asumían la formación militar, académica y sexual de los jóvenes hasta que una vez estos estuvieran preparados para contraer matrimonio; la sociedad griega le daba prioridad al hombre y a las relaciones que este forjaban con sus semejantes, razón por la cual la mujer jugaba un papel limitado, secundario, y reproductivo (Cervera, 2015; DeMause, 2009, DeMause, 2010).
Aunque las pruebas documentales conservadas sobre el período antiguo han demostrado que la pederastia era una conducta real, evidente y generalizada, no fue sino hasta mediados del siglo XX que la comunidad académica comenzó a aceptar su papel en la cultura griega sin excusas ni refutaciones. Muy probablemente, debido a los prejuicios religiosos judeocristianos, y la importancia de la cultura grecolatina como base de la civilización occidental, se le hizo difícil a algunos historiadores evaluar sin sesgos el rol institucionalizador de la conducta pederasta en la Antigua Grecia, en donde se consideraba que la pederastia era la forma ‘más perfecta’ de educación. Todavía al día de hoy, no todos los historiadores aceptan que la penetración anal era parte de la relación pederasta griega.
La evidencia científica señala que alrededor del 20–30 por ciento de los casos de abuso sexual son cometidos por pedófilos. El resto, son cometidos por personas que no sienten atracción por los niños o pre-adolescentes, sino que se aprovechan de ellos por cuestiones como la lealtad y la facilidad de acceso. De modo que, no existe una clara y causal tendencia entre la pedofilia y el abuso sexual; este puede ser cometido por personas que no tienen la condición, pero encuentran una oportunidad en el niño para satisfacer el deseo. No todo el pedófilo abusa de niños y no todo el que abusa de niños es pedófilo (Heine, 2018).
Según Falk (2018), los crímenes asociados a esta desviación han aumentado exponencialmente en los Estados Unidos: los arrestos por concepto de pornografía infantil han aumentado en un 2500% en los últimos años; dos de cada tres abusadores sexuales en reclusión pagan condena por haber cometido crímenes contra niños; se han registrado alrededor de un millón de abusadores sexuales solamente en los Estados Unidos; se calcula que alrededor de 300 mil jóvenes estadounidenses están en riesgo de convertirse en víctimas de la explotación sexual comercial; al menos 100 mil niños en los Estados Unidos son víctimas de explotación sexual en los Estados Unidos. Todas estas estimaciones provienen de instituciones oficiales, las cuales cuentan con la metodología y los instrumentos más adecuados para estudiar y evaluar estos asuntos.
Por supuesto, este problema no se presenta únicamente en los Estados Unidos. Los crímenes asociados a la pedofilia, entendida como parafilia y desviación, se reportan en muchos otros países del mundo. Pero no en todos se se cuenta con estadísticas oficiales y abiertas al público sobre este problema que enfrenta la sociedad. En muchos países, se conoce el problema a través de la prensa, que aunque es una buena aproximación a la realidad, no sustituye la labor de las instituciones oficiales que sí tienen a su disposición los recursos que permiten estudiar científicamente un problema tan amplio y complejo a escala nacional. Los niños y adolescentes son el futuro de la sociedad y deben ser protegidos; es necesario garantizar que estos crezcan en un ambiente adecuado para su desarrollo sano como seres humanos.
Esta condición, que no afecta a más del 5 por ciento de la población, no tiene una única causa. Más allá de que los investigadores descarten, por lo general, la variable socioeconómica como causa de la condición pedófila, lo cierto es que se cree que esta es influenciada por una serie de factores biológicos, ambientales, sociales y psicológicos. La ciencia no ha logrado demostrar inequívocamente que existe una predisposición genética a ser pedófilo; algunos factores inciden, pero no necesariamente son determinantes. El entorno social y el proceso de desarrollo de la personalidad parecen tener un importante rol en la aparición de estas desviaciones mentales y conductuales.
Más allá de las polémicas afirmaciones realizadas, el testimonio de Mirjam Heine, investigadora, debe sensibilizarnos y hacernos reflexionar sobre el tema. Heine, quien por mucho tiempo sintió repulsión por los pedófilos, ha cambiado su posición desde que entró en contacto con jóvenes mayores de 18 que sufren de esta condición y se rechazan a sí mismos; reseña el testimonio de Jonás, de 19 años, que enfrenta serios problemas a partir de su desviación pedófila y hasta hace no mucho tiempo era también un menor de edad (Heine, 2018).
Las recientes investigaciones, además de sugerir que la pedofilia podría ser una orientación sexual que no se puede cambiar, señalan que el riesgo de esta se manifieste en la forma de pederastia podría aumentar con el rechazo y la exclusión social. En ese caso, los esfuerzos deben orientarse a prevenir que la pederastia y aprender a manejar la condición; llevar periódicamente al pedófilo a terapia profesional. Mientras que el pedófilo no reconozca su condición y las personas de su círculo cercano no entiendan que deben ayudarlo, se está perdiendo la oportunidad de dar tratamiento a tiempo.
Debido a sus fuertes implicaciones, la pedofilia no debe ser normalizada y es necesario ser prudentes a la hora de debatir sobre tan delicada situación. El deseo no es punible, pero este puede llevar al acto. Es necesario crear las condiciones para que el pedófilo comunique a su entorno cercano lo que le pasa, con el fin de que reciba atención y apoyo lo más pronto posible. La pedofilia es un asunto que es desagradable para muchos de nosotros, admítamoslo. Pero estos sujetos viven escondidos entre nosotros, reprimiendo todos los días el deseo que sienten. Nuestros esfuerzos se deben orientar hacia una comprensión más precisa del problema, con el propósito de refinar las opciones de tratamiento disponibles para la condición.
Si como algunos señalan la pedofilia es una “orientación sexual que no puede ser modificada”, entonces el objetivo debe ser evitar que el pedófilo lleve al acto sus deseos, en el marco de una sociedad que comprenda mejor la condición y un entorno que, sin aislarlo, logre ponerle frenos a sus pulsiones. El deseo en sí no es punible, pero este puede llevar a actos que sí lo son. Más allá de si se considera un trastorno psicológico o una orientación sexual — o una mezcla de ambas — , lo cierto es que es un grave problema que afecta a la colectividad y los crímenes asociados a esta condición han aumentado exponencialmente en aquellos países que cuentan con estadísticas de libre acceso sobre el tema. De manera que, es muy probable que quizá no se estén implementando las políticas públicas más adecuadas.
Esta es una discusión sumamente seria y las implicaciones lo son todavía más. La discusión sobre el entendimiento de la pedofilia como una orientación sexual que no puede ser cambiada no está aislada de otros tópicos como la esterilización de seres humanos, la eugenesia, la profilaxia social, el confinamiento en colonias agrícolas y la doctrina de los derechos humanos. No son pocos los que sugieren eliminar sistemáticamente a los pedófilos – desconociendo así que estos tienen derechos humanos – , debido a que los consideran una amenaza latente para el resto de la sociedad, si es que en realidad su condición es una orientación sexual que no puede ser cambiada.
Pero el pedófilo no siempre es un abusador sexual. Como se ha documentado, los abusos sexuales a menores son en un 70% de los casos cometidos por personas que no son pedófilas. De manera que, las alternativas que algunos sugieren, como la esterilización, la eugenesia, el confinamiento en colonias agrícolas y la profilaxia social, podrían ser inefectivas a la hora de eliminar por completo el riesgo de abuso sexual. Sin ignorar, claro está, que estas prácticas violan la doctrina de los derechos humanos. Permanecer callados no debe ser la opción ante un asunto que nos afecta a todos, por más delicado que sea. Nuestra meta debe ser construir un mundo mejor y no lo lograremos mientras ignoremos los problemas.
*Para hacer más cómoda y pedagógica la consulta de fuentes, se introducen hipervínculos en el texto.
Dato interesante: Durante el siglo XX, el movimiento pedófilo en Holanda estuvo fuertemente asociado a las causas homosexual y feminista. Con el paso del tiempo, cada una agarró su propia dirección. En Holanda aún existe un importante movimiento pro-pedófilo
Material referencial:
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Vicente Quintero