El satanismo es una religión: la frontera entre el culto, la secta y la religión
A principios de 2019, el satanismo fue oficialmente reconocido como religión por parte del Servicio de Ingresos Internos (Internal Revenue Service), agencia federal de los Estados Unidos. Debido a la estigmatización que ha sufrido el satanismo a través de la historia, esta medida no ha estado exenta de polémicas y controversias. Con respecto al satanismo, Chelsea Clinton, la hija del ex-presidente Bill Clinton, ha dicho que los ciudadanos estadounidenses están en la capacidad de vivir respetuosamente con quienes no comparten sus mismas creencias religiosas. Declaraciones que, en algunos casos, fueron descontextualizadas por los medios estadounidenses.
Históricamente, los términos culto y religión se han tocado; la frontera entre los mismos ha sido delgada y difusa, especialmente en Estados Unidos, donde la Primera Enmienda de la constitución es, en materia religiosa, una suerte de océano con un milímetro de profundidad. En líneas generales, factores como la legitimidad social, la aceptación por parte de las autoridades y el poder de sus miembros, influyen en que uno se refiera a un movimiento como culto o religión. En el caso del pueblo hebreo, es necesario recordar que el judaísmo no siempre ha sido reconocido como religión, sino como el culto de una secta ‘nefaria’ a la que se debía perseguir. Una evaluación del uso de los tres términos sugiere que el estatus de religión confiere un mayor prestigio, legitimidad y autoridad en una sociedad determinada, mientras que el culto y la secta son asociadas a las minorías, usualmente no aceptadas.
En términos estrictos, los estudios bíblicos señalan que Satanás (Satan) significa ‘adversario’, con base en los libros de Job y Crónicas. La relación con Lucifer es algo que todavía se discute y hasta se subraya que podría tratarse de una interpretación errónea o descontextualización; legitimada por el discurso histórico y la tradición. Debido a que muchas cosas no fueron escritas de forma clara y explícita, los escasos pasajes sobre Satán y su relación con las menciones a Lucifer, y especialmente, al Diablo, siguen estando sujetos a numerosas interpretaciones. El adversario Satanás, es asociado a la serpiente, al calumniador, al Diablo, y por supuesto, también a Lucifer — aunque solo existe una mención directa a Lucifer como Satanás — . De modo que, la noción de estos términos se ha extendido más allá de lo escrito y lo verificable.
Ya en 1966, el satanismo busca presentarse como una religión oficial cuando fue fundada la Iglesia de Satán por el señor Anton Szandor LaVey, fallecido en 1997. Entendido más como un movimiento político que como una institución religiosa, no fueron pocas las controversias que generó. Más aún, al ser relacionado el satanismo con la actividad criminal en países como Estados Unidos, Canadá, y hasta la misma Rusia, se estigmatizó como un movimiento político-religioso de vínculos criminales que planteaba el quiebre de la familia judeocristiana sobre la cual se sostiene la civilización occidental.
Reichert y Robinson (2012) hacen énfasis en que la forma en que los medios representan a las minorías en las diversas formas de producción audiviosual tiene una directa incidencia en la percepción que tiene la población general sobre estas, e incluso, la misma posición de las autoridades judiciales a la hora de tomar decisiones que involucren a ciudadanos asociados a estos grupos. De manera que, si la imagen que se muestra del satanismo es negativa, la percepción general de la sociedad también lo será, o por lo menos en una gran medida. Peor será si la minoría es retratada como una ‘amenaza’ al bienestar de la sociedad, como se hizo en el caso del satanismo, en donde se infundaron prejuicios muy negativos, no siempre con base en la realidad, sino en la presunción y hasta la mentira. Sin ignorar los riesgos que el satanismo representa para el statu quo imperante, debe evitarse la estigmatización que muy a menudo termina legitimando los crímenes de violencia y la discriminación en sus distintas manifestaciones.
Sin embargo, más allá de que los medios llegaron a veces a exagerar la situación y estigmatizaron a un movimiento político-religioso que no debía ser desacreditado ante la opinión pública por los actos criminales de grupos que no representaban a todo el colectivo, lo cierto es que algunos casos, particularmente en los Estados Unidos y Canadá, fueron dantescos, como el de Peggy McMartin Buckey, en donde no solo se documentaron sacrificios humanos, sino también necrofilia y pedofilia. Tan solo entre los años 1983 y 1985, en Estados Unidos y Canadá se documentaron 270 casos de abuso sexual en niños por parte de personas que se identificaban como satánicos. Al igual que pasa actualmente con la Iglesia Católica, estigmatizada por los vicios y excesos de curas que no representan a la institución — no solo en totalidad, sino en esencia — , lo mismo ocurrió con los satánicos.
En el caso de Rusia, cabe resaltar que el satanismo como problema social y político tiene un muy temprano antecedente en el siglo XVII, a partir de la introducción en la literatura de teorías conspirativas sobre el año 1666, con base en el número de la Bestia del Libro Revelaciones. Por razones que para algunos son casuales y para otros causales, el año 1666 coincidió en Rusia con el final del proceso de reforma litúrgica que había comenzado el Patriarca de la Iglesia Ortodoxa Rusa. Esta reforma no era popular en un sector importante de la población ortodoxa y fue el punto de partida de la incisión de la Iglesia Ortodoxa Ruso-Eslava, cuyas sectas originarias de este período han perdurado hasta nuestros días y siguen teniendo gran importancia en los sistemas político, religioso y económico del país euroasiático. El Patriarca Nicón, Pedro El Grande y el Zar Alexis I fueron considerados personificaciones del Anticristo. El pensamiento radical de estas corrientes que rompieron con la Iglesia Ortodoxa tradicional fue tal que se documentaron suicidios en masa que, en ocasiones, superaron las decenas de miles, ya sea a través de la inanición, el auto-flagelamiento, la quema y el entierro de personas vivas. No nos sorprende, entonces, que la figura de Satán haya tenido una gran relevancia en la obra “Бесы” de Fyodor Dostoyevsky, en donde se subraya la importancia de Satán en la actividad humana y nuestras motivaciones en la vida; el satanismo entendido como pulsión de nuestras obras y fuente de nuestras manifestaciones de amor (Introvigne, 2016; Panichas, 1965; Fishelson, & Dostoyevsky, 1995; Dostoyevsky, & Cockrell, 2017).
En la Inglaterra del siglo XVIII, John Wilkes (1725–1797) personificó la figura de Satán en el discurso mítico, aún cuando resulta muy escaso lo que se puede demostrar con rigurosidad histórica. Wilkes, periodista y miembro del Parlamento Inglés, se caracterizó a lo largo de su trayectoria por su originalidad y rebeldía; sus insultos y ofensas al Rey le dieron importante notoriedad en Europa, debido a sus estadías en prisión y la necesidad que tuvo de hacer una vida en el exilio. Según sus crónicas, la Abadía de Medmenham —fundada originalmente por los cistercienses — era un lugar de encuentro para satanistas. Esta abadía, cuyos dueños eran entonces la familia Duffield, era conocida como un club en donde tenían lugar reuniones secretas. Las acusaciones fueron reforzadas por la publicación de “Chrysal; Or, the adventures of a Guinea” del señor Charles Johnstone. En la obra se hizo una exhaustiva descripción de los ritos satánicos que ocurrían en la abadía. Desde entonces, este lugar ha sido inspiración de unos cuantos mitos y leyendas que aún perduran en el colectivo inglés sobre la figura de Satanás; con menor o mayor grado de ficción.
Según Swatos (1992), la Biblia Satánica y el Ritual Satánico han sido las dos obras fundamentales en la formación del auténtico satanista, a partir de su fundación formal como movimiento religioso. La Biblia Satánica se ha considerado la antítesis de la Biblia de los cristianos, criticada por sus adversarios quienes sostienen que el texto satánico carece de sustento en sagradas escrituras, como sí es el caso de la Torah, la Biblia o el Corán; no tiene el espíritu historicista e inspiracionista que le dio relevo a las grandes religiones de la humanidad.
En la actualidad, el satanismo en los Estados Unidos crece de forma rápida y sostenida como una fuerza social y religiosa, debido a la defensa del pluralismo, la reivindicación de los derechos fundamentales, la protección de la diversidad y el destacado activismo ciudadano y político de las instituciones satánicas, entendidas como sociedad civil organizada. En los próximos años, el satanismo espera conseguir mayor visibilidad y que sus símbolos más destacados, como el Baphomet, formen parte de los espacios públicos más importantes de las principales ciudades estadounidenses. El crecimiento del satanismo en los Estados Unidos ha sido exponencial en los últimos años; entre los años 2013 y 2019 han sido notables los logros de la organización (Flynn, 2019).
Según el profesor Andrew Chesnut, la mayoría de los nuevos satanistas en los Estados Unidos se presentan como ateos y no ven a Satanás como algo más que una metáfora. Los satanistas de la vieja escuela tienen sus diferencias con estos grupos de satanistas, debido a que consideran que es un oxímoron ser ateo y satanista al mismo tiempo, puesto que Satanás es una figura sobrenatural. Los satanistas de la vieja escuela veneran a Satanás a través de ritos, oraciones y rituales, mientras que los nuevos lo usan como un símbolo que presenta los valores que mediante el activismo político buscan defender y salvaguardar. Chesnut también hace énfasis en que el satanismo tiene mucho en común con el cristianismo, lo que es evidente si se analizan los mandamientos y principios de las principales congregaciones satánicas. En el satánico está el espíritu del buen cristiano; lo mejor de él.
El satanismo se presenta como una filosofía de vida que reivindica la libertad individual sobre los intereses colectivos y el dogmatismo que caracteriza a otras religiones. Los satánicos creen en una libertad fundamentada en la responsabilidad, cuyos términos podrían ser entendidos, quizá, en los sartrianos. Con base en la filosofía satanista, se sostiene que nuestras acciones afectan a los otros y el límite de nuestra libertad es el impacto negativo o positivo que podrían nuestros actos tener sobre quienes nos rodean. Para el satanista es importante obrar de forma tanto consciente como conciente, es decir, no solo con pleno uso de nuestras capacidades mentales, sino también con una alta noción de la ética en su amplia dimensión — más allá de lo ontológico, lo racional y lo psíquico— .
El satanismo defiende la libertad sexual, lo que significa que cualquier forma de expresión sexual consentida entre adultos se acepta. Por lo tanto, nos oponemos a la violación, a la pedofilia y a el sexo con otras especies, dado que (en este último) el consentimiento no puede ser parte de ese tipo de enlaces. El satanismo fomenta el uso de fetichismo para aquellos a quienes se les da, naturalmente, pero no aboga por que las personas lo experimenten si no es su inclinación. — Peter ‘Magus’ Gilmore, sumo sacerdote de la Iglesia de Satán, 2013
El satanismo, como filosofía ética y moral, se ha inspirado en los lineamientos liberales que sirvieron de base doctrinal para movimientos tan importantes como la Revolución Francesa, la Independencia de los Estados Unidos y la Independencia de la América Hispana. Las tesis de Anton LaVey y Michael Aquino, fundadores de la Iglesia de Satán y el Templo de Seth, respectivamente, tienen elementos en común con las de Ayn Rand, Milton Friedman, el Marqués de Sade, Charles Baudelaire, Friedrich von Hayek, Friedrich Nietzsche, Adam Smith, John Locke, Ludwig Feuerbach, y hasta Paolo Sarpi. A través de la Iglesia de Satán, LaVey buscó institucionalizar en un culto organizado el anti-cristianismo de Nietzsche y el liberalismo de Rand, los dos grandes arquitectos intelectuales de su Biblia Satánica, con base en los valores de la libertad, el poder, el individualismo, el pensamiento crítico y el orgullo. Los once mandamientos del satanismo (Iglesia de Satán) son:
- No des tu opinión o consejo a menos que te sea pedido.
- No cuentes tus problemas a otros a menos que estés seguro de que quieran oírlos.
- Cuando estés en el hábitat de otra persona, muestra respeto o mejor no vayas allá.
- Si un invitado en tu hogar te enfada, trátalo cruelmente y sin piedad.
- No hagas avances sexuales a menos que te sea dada una señal de apareamiento.
- No tomes lo que no te pertenece a menos que sea una carga para la otra persona y esté clamando por ser liberada.
- Reconoce el poder de la magia si la has empleado exitosamente para obtener algo deseado. Si niegas el poder de la magia después de haber acudido a ella con éxito, perderás todo lo conseguido.
- No te preocupes por algo que no tenga que ver contigo.
- No hieras a niños pequeños.
- No mates animales no humanos a menos que seas atacado, o para alimento.
- Cuando estés en territorio abierto, no molestes a nadie. Si alguien te molesta, pídele que pare. Si no lo hace, destrúyelo.
El satanismo, que rechaza el dogmatismo religioso, es profundamentamente liberal, objetivista y libertario. El Anticristo de Nietzsche, publicado en 1886, es uno de los más importantes antecedentes del satanismo en materia filosófica; una obra que tuvo gran impacto e influencia sobre el anarquismo, el existencialismo, el libertarianismo y el nazismo. Para Nietzsche, ser cristiano era odiar el gozo, el placer, la inteligencia, el orgullo, la valentía, y sobre todo, la libertad; el cristianismo buscaba igualar a los seres humanos, en contradicción con el orden natural donde existe una jerarquía y no todos estamos en las mismas condiciones, ni siquiera dentro de la misma especie.
Desde las ciencias sociales, en particular la sociología, se ha trabajado desde finales del siglo XX con el fin de superar el estigma que existía entonces sobre el satanismo en la sociedad occidental. Mucho antes de que el satanismo fuera reconocido como religión oficial en 2019 — , décadas atrás ya este movimiento se había dividido en dos: el satanismo legítimo o establecido; y el satanismo underground. El primero engloba a todas las formas de satanismo que se consideran genuinas manifestaciones de las libertades de expresión y religiosa del ser humano, fortaleciendo la democracia a través de la participación ciudadana y el pluralismo en sus diversas manifestaciones; el segundo abarca todas aquellas formas de satanismo que están vinculadas al crimen (Taub & Nelson, 1993:523–526).
El satanismo no es una secta; es una nueva religión emergente que ya cuenta con iglesias en varias ciudades importantes del mundo. En tanto la forma de satanismo — no existe una sola — tenga sustento en un sistema de valores, estándares sociales, simbolismo propio y rituales internos, podría ser considerada una religión. Aunque con frecuencia se considera que el satanismo es una antítesis per se del cristianismo, la posición de los satanistas con respecto a Dios los acerca más al budismo como religión. Los budistas tampoco creen necesaria la creencia en la existencia de Dios.
Una sociedad libre, liberal, plural y democrática no debe censurar ni discriminar a las minorías. Estados Unidos entiende que prohibir el satanismo es violar la libertad, razón por la cual empieza a reconocer el estatus del satanismo como religión oficial, a través de las instituciones públicas del Estado. Aunque no estemos de acuerdo con el satanismo, no se le debe censurar, sino luchar contra él en el marco de la democrática lucha de las ideas y el activismo político-religioso.
La lucha contra el satanismo y lo que implica este movimiento de corte ético, político y religioso debe ser también comprendida en el marco del individualismo-capitalismo y el colectivismo-socialismo. El satanismo reivindica la búsqueda del beneficio personal y la auténtica libertad individual por encima de todo, puesto que entiende a la libertad como el valor supremo de la sociedad. A mayor libertad individual, mayor prosperidad de todos; la suma de las rentas y beneficios generados se traducen en un mayor clima de bienestar general.
Según Christopher Dawson, las revoluciones políticas han sido, ante todo, revoluciones intelectuales y religiosas. La política no es ajena a la religión; al contrario, si bien la división entre el poder divino y el poder temporal se ha delimitado cada vez más, por lo menos formalmente — no ignoremos que, detrás de los medios de comunicación, los partidos políticos y los grupos económicos también hay intereses religiosos, los cuales no siempre son fáciles de advertir a simple y primera vista — . Si en Occidente no se logra apelar a los principios morales fundamentales que pertenecen a la tradición judiocristiana, es probable que nos veamos obligados a crear una nueva fe oficial y nuevos principios morales que sean vinculantes para los ciudadanos de nuestras naciones. Aunque no sean del todo equivalentes, las ideologías guardan una gran similitud con las religiones; los partidos políticos con las congregaciones religiosas.
Al tratarse el satanismo de una nueva religión, más que de un culto religioso, podría afirmarse que la civilización occidental se encuentra a las puertas de una nueva lucha existencial que cuestiona los cimientos de una de las bases medulares de la cultura de los pueblos que, siendo o no occidentales en toda su expresión y dimensión, han sido influenciados por el cristianismo. El satanismo de LaVey es el liberalismo, el objetivismo y el materialismo llevados a sus más radicales expresiones filosóficas y ontológicas, a través de ceremonias y rituales añadidos. Y más allá de que nos guste o no Satanás, el orden mundial en el que vivimos está, desde hace rato, influenciado por las mismas ideas que el satanismo defiende y los principios que salvaguarda; cambios de los cuales ni siquiera la misma Iglesia Católica ha sido ilesa, viéndose históricamente forzada a adaptarse a las vicisitudes de la política, la economía y la historia — como ya lo hizo con el comercio, cuya posición tradicional de rechazo y condena cambió desde la Revolución Comercial, anterior a la Revolución Industrial — . Los problemas asociados a la dicotomía Iglesia-Estado no han terminado.
Nota:
Fuera de lo perverso-anecdótico en su obra, que desafortunadamente es lo que más se ha resaltado, lo cierto es que en la filosofía del Marqués de Sade existen importantes antecedentes del nihilismo, irracionalismo y anticristianismo de Friedrich Nietzsche. Este personaje, cuya obra fue desconocida por las masas hasta muy entrado el siglo XX, también debe ser considerado antecedente y referente del satanismo.
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Vicente Quintero es analista cultural y político. Licenciado en Estudios Liberales de la Universidad Metropolitana de Caracas, con énfasis en la politología. También estudió, durante 1 año, Lengua y Cultura Rusa en el Instituto de Estudios Internacionales ИМОП de la Universidad Politécnica Estatal de San Petersburgo (Rusia). Cursa actualmente una maestría en Gobierno y Políticas Públicas. También cursa estudios especializados de Teología avalados por el Patriarcado de Moscú y de todas las Rusias, máximo representante institucional de la Iglesia Ortodoxa en Rusia y su eje de influencia. Quintero ha sido intérprete-traductor y asesor político de periodistas y empresarios extranjeros en Venezuela. Quintero es columnista de El Nacional Web (Venezuela), Ideas en Libertad, Cultura Colectiva (México), The Global World (España), WTC Radio (Venezuela), ProEconomia, Alternos (Venezuela), American Herald Tribune (Estados Unidos) y La Trenza (México).
Sus artículos también han sido publicados por Entorno Inteligente (Venezuela), Maduradas (Venezuela), Enlace Judío y Иносми — Россия Сегодня (Rusia). En el año 2018, ha tenido la oportunidad de presentar sus obras de arte en el Museo Alejandro Otero (Fundación de los Museos Nacionales de Venezuela). A través del arte, Quintero expresa la realidad política y económica del mundo. Quintero habla cuatro idiomas: español, inglés, ruso y alemán. Quintero ha dado entrevistas para la BBC, Россия 24, Izvestia, WTC Venezuela y otros medios nacionales e internacionales. Quintero además ha aprobado la mitad de los créditos de la Licenciatura en Psicología de la Universidad Metropolitana de Caracas, lo que le ha permitido desarrollar inteligencia emocional.