El cuerpo en expresión como misterio parlante

Vicente Quintero
3 min readJan 30, 2023

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Fæ, CC BY-SA 2.0 <https://creativecommons.org/licenses/by-sa/2.0>, via Wikimedia Commons.

La lengua es el símbolo de la poesía misma. Ella es parte esencial y funcional de ese todo orgánico que conocemos como cuerpo, así como de cada una de las materializaciones e interpretaciones de este en existencia, potencia, idea y acción. La lengua es intrínseca a la corporeidad y también a la corporalidad. El liturgista, como el poeta, crea con la más inmediata y anterior herramienta para crear: la palabra.

La deducción del cuerpo físico nos conduce, más temprano que tarde, al cuerpo anismático (neurótico, psicótico o psicopático, en sus distintos grados o escalas) y también al cuerpo parlante. Así, nuestro cuerpo existe a través de símbolos, ideas y abstracciones que tienen ritmos y pausas en el tiempo. La palabra se hace carne y también la carne se hace palabra; la carne se hace parlante y las palabras tienen resonancia corpórea. Respectivamente, la lengua carece en sí misma de esfínteres y la oreja de labios; aún así, las dos pueden provocar respuestas en esas partes del cuerpo en la medida que hay algo que decir y otra cosa que contestar luego. Lo que llamamos sujeto es un efecto del lenguaje.

No solo los pinceles de Apolo y Dionisio están presentes en nuestra vida y creación de forma casi permanente, sino también el de Eco, aquella ninfa que amaba su propia voz y se enamoró de Narciso. Nuestra existencia como cuerpos anismáticos y como cuerpos parlantes se medide, así, en ritmos apolíneos y dionisíacos. Estos ritmos se complementan algunas veces y chocan en otras oportunidades; la completitud no siempre es el fin y tampoco es la antítesis de vacío.

La palabra es el espacio de creación, anterior a la misma naturaleza. Esta ha sido, a través de la historia, una de las máximas escolares del mundo judeocristiano y las civilizaciones que se han visto influenciadas por él. En Génesis, uno de los libros que conforman la Biblia y el Tanaj, se dice que el lenguaje es la creación. La naturaleza existe por medio del lenguaje. Mediante la imagen y el ícono, el verbo se hizo carne; lo invisible se volvió visible; la palabra tomó un rostro humano. El cuerpo parlante, o bien, el cuerpo hablante, es el cuerpo traumatizado y moldeado por la lengua.

Los seres humanos, más allá de su género e identidad, viven en un mundo de discursos que tienen incidencia en sus percepciones, historias y decisiones en la vida. La misma guerra termina siendo un discurso y nuestro mundo contemporáneo lo visibiliza constantemente a través de las guerras híbridas. Los enamorados cohabitan con la sentencia de aprender indefinida y perennemente la lengua del otro, casi como si esto se tratara de acertijos, laberintos y adivinanzas. Tanto el amor como el odio pueden ser entendidos como una suerte de laberintos entre una lengua y la otra; entre el deseo del uno y el deseo del otro.

Por otro lado, la palabra también evoca la acción de deshacer, a través del proceso de nominación e idetificación. Deshace la palabra en esa nada que no es solo una nada metafísica. La palabra es la vía, en su propósito y despropósito, para lograr la disertación. En este orden de ideas, la lengua también nos sirve para deconstruir y reconfigurar. El diálogo entre una lengua y la otra también termina con la muerte, o mejor dicho, absorción de una sobre la otra. Un cuerpo conquistado pasa a formar parte de otro, de forma subyacente, como los virus que viven de nuestro organismo sin imponerse sobre él. Las relaciones entre sujetos, o dicho de otro modo, las relaciones entre una lengua y la otra, también son relaciones de poder.

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Vicente Quintero
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Written by Vicente Quintero

Social researcher. Politics, Philosophy, History and Economics. Poetry. Amazon: https://www.amazon.com/dp/B08FCTQP3L/

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