El contrabando de dinero en la América Hispana y su proceso independentista: un asunto de pocas líneas en la historia latinoamericana
Vea también: El contrabando de dinero y los ataques a la moneda, a través de la historia
Contrabando de dinero
El contrabando de dinero, falsificado o real, ha sido históricamente una táctica ofensiva en el marco de un conflicto geopolítico, con el propósito de desestabilizar el sistema monetario nacional o provincial; debilitar la moneda de curso legal y hacer más vulnerable la economía del país objetivo. Esta táctica es especialmente efectiva cuando se aplica sobre países que ya sufren de una crisis económica, es decir, sirve para acentuar sus efectos. El contrabando de dinero tiene orígenes tan antiguos como el mismo dinero: se han encontrado copias chapadas (conocidas como Fourrées) de las primeras monedas de las culturas occidentales. Algunos de los efectos nocivos de esta práctica: caída del valor del dinero real; pérdida del poder adquisitivo; aumento de los precios (inflación), debido a que circula más dinero en la economía; aumento artificial no autorizado de la oferta monetaria; disminución en la aceptabilidad del papel moneda; pérdidas económicas y financieras, puesto que los comerciantes no ven reembolsado el dinero falsificado detectado por los bancos, incluso si este es confiscado.
En líneas generales, no existe una teoría económica sobre la cuestión del contrabando y la falsificación de la moneda, debido a que se ha considerado que la importancia de este fenómeno es marginal, al menos en términos estrictamente empíricos. En el caso de la Guerra Revolucionaria en los Estados Unidos, las causas principales de la depreciación de la moneda fueron el contrabando de esta y su falsificación, mientras que el gasto excesivo fue, en realidad, una causa secundaria. En una publicación oficial asociada a la Reserva Federal de los Estados Unidos, Rhodes (2012) destaca la importancia del contrabando de dinero como un arma para destruir la economía de un país, base estratégica de la seguridad nacional — con énfasis en aquellos contextos donde las instituciones aumentan la emisión nominal de dinero y ya hay una situación de inflación, son fenómenos relacionados — . La moneda es parte de la soberanía de una nación; sin ella la administración central pierde su capacidad para diseñar, implementar, evaluar y reformular la política pública económica monetaria.
Antes de la introducción del papel moneda, el método más frecuente de falsificación monetaria consistía en la mezcla de metales básicos con oro o plata puros, con el fin de obtener copias casi exactas de la moneda. Otra forma de falsificación es la producción de documentos por impresores legítimos en respuesta a instrucciones fraudulentas. Durante la Segunda Guerra Mundial, los nazis forjaron libras británicas y dólares estadounidenses. Hoy en día, algunos de los mejores billetes falsos se llaman superdólares, debido a su alta calidad y semejanza con el dólar real. Y no solo el dólar es falsificado: también las monedas de aquellos países hostiles a las potencias de su región, como ha ocurrido en Polonia, Irak y Libia durante las últimas décadas.
El contrabando de dinero en la América Hispana
Según el capitán Alonso de Herrera, las primeras monedas que llegaron a la América Hispana fueron el castellano y el ducado, acuñadas en oro. Estas monedas llegaron al Nuevo Mundo a través del contrabando de dinero. Alrededor del año 1510, fue introducido el real de plata español en la provincia de Santo Domingo, debido a las numerosas quejas recibidas por parte de ciudadanos españoles. De manera que, el contrabando de dinero tuvo una temprana aparición en el Nuevo Mundo, en respuesta a las necesidades de intercambio que tenían los colonos, terratenientes, artesanos y comerciantes españoles. Fue en el año 1521 que las monedas de oro y plata fueron introducidas formalmente al Nuevo Mundo, a través de la ruta España-Panamá. Dos años más tarde, en 1523, estas monedas llegaron a México.
Durante este período, las monedas todavía eran fabricadas a mano — fue a finales del siglo XVIII y principios del XIX que las ideas de James Watt, Matthew Boulton y Dietrich Uhlhorn revolucionaron la producción de monedas — ; las minas más importantes se encontraban en México. La exportación de monedas a países terceros estaba prohibida: la producción debía ser enviada a España, o bien, ser usada para las transacciones locales. La Corona Española le abrió, sin embargo, algunas oportunidades a los comerciantes holandeses y judíos que comenzaron a hacer vida en el Nuevo Mundo. El historiador judío Mordechai Arbell (1996) señala que el comercio de los judíos con los españoles del Nuevo Mundo no era ilegal, al menos no siempre; se realizaba con el conocimiento de las autoridades locales. Los colonos españoles necesitaban alimentos y bienes de Europa. Dado que el suministro de dichos bienes a veces se hacía una tarea difícil para España, localmente se otorgaban permisos para hacer tratos económicos con los comerciantes de Curazao.
Como en el resto del mundo, el contrabando de dinero era uno de los grandes problemas que enfrentaban los sistemas monetarios locales (Hamilton, 1943; Hamilton, 1944). Es necesario hacer énfasis en que la fabricación de monedas no tenía entonces el mismo grado de optimización y estandarización del cual se dispone actualmente, y aún así el contrabando de dinero sigue siendo una práctica común, especialmente en materia bélica ofensiva (Quintero, 2019). El desarrollo de tecnologías para robustecer los sistemas monetarios locales, provinciales y nacionales también ha sido acompañado por la creación de nuevas herramientas que permitan falsificar el dinero y crear copias fidedignas. Uno de los ejemplos más notables es la supernote norcoreana, una imitación casi exacta del billete de cien dólares USD.
Aunque se ha demostrado la importancia estratégica que tiene el sistema monetario para la estabilidad de una provincia, colonia, país o imperio, esta cuestión ha sido escasamente estudiada por los historiadores hispanoamericanos. Un nuevo enfoque de la historia de los procesos pre-independentistas e independentistas en las provincias hispanas en el Nuevo Mundo exigiría el análisis del contrabando de dinero y los ataques a la moneda como arma de guerra en contra de las élites realistas en la América Hispana. El trabajo de Karl Rhodes (2012), difundido en una publicación oficial local de la Reserva Federal de los Estados Unidos, permite inferir que el contrabando de dinero pudo haber jugado un relevante papel en la gesta independentista hispanoamericana. La historiografía venezolana reconoce la importancia del apoyo por parte de Inglaterra a los grupos independentistas hispanos y resulta plausible inferir que los ataques a la moneda que los ingleses realizaron para evitar la independencia de las Colonias Unidas — hoy Estados Unidos — , documentados por Rhodes (2012), hayan tenido también lugar en las provincias españolas en América, pero con otro objetivo: el nacimiento de nuevas repúblicas soberanas, independientes de la administración central española. En esencia, esto sugiere que el contrabando de dinero como arma bélica ha podido tener un poder que ha sido ignorado, o bien, ocultado a la opinión pública. Tcherneva (2016) señala que los trabajos sobre esta materia aún son muy escasos y la ciencia económica no tiene aún una teoría empírica sobre la cuestión.
El contrabando de dinero en la América Hispana, además de haber estado presente desde la introducción del castellano y el ducado, se masificó a partir de que las provincias o colonias españolas en el Nuevo Mundo comenzaran a producir las minas y obtener de estas metales preciosos. La pena por el delito de falsificación de la moneda fue la muerte. Incluso los indígenas mexicanos participaron en el proceso de falsificación de monedas. La circulación de monedas en las provincias estaba limitada por la administración central española, que en un principio únicamente permitía que circularan monedas de plata y otras variaciones de menor nivel (Del Mar, 1899, p. 59). A mayor gravedad de la ofensa, mayor la severidad del castigo a aplicar. El hecho de que la pena estipulada por el castigo de falsificación de moneda haya sido la muerte evidencia la importancia que le daba la administración central a esta conducta, vista como amenaza para la estabilidad político-administrativa de las colonias o provincias. La aplicación del derecho tiene un rol institucionalizador y ejemplarizante en la sociedad; la ley moldea la conducta del ciudadano y sus criterios morales. Se castiga con la muerte a quienes son considerados una amenaza al orden social establecido y statu quo. Tampoco se debe ignorar que, como se evidencia en Rodríguez (1997), la aplicación de las condenas ha estado también determinada por el estatus socioeconómico del sujeto que infrige la ley.
No fue sino hasta el período comprendido entre los años 1589–1595 que España permitió formalmente la introducción legal de monedas de oro en la isla La Española, la cual hoy en día se encuentra ubicada en la jurisdicción de dos Estados-Nación: Haití y República Dominicana. Como se señaló anteriormente, las monedas acuñadas en oro llegaron al Nuevo Mundo poco después de la conquista española, con base en las crónicas conservadas. Pero no fue sino hasta finales del siglo XVI que se autorizó la circulación de monedas de oro en los territorios controlados por España en el continente americano. Desde la Conquista hasta 1589, los hispanoamericanos tejieron una red de contrabando de monedas, así como de otros bienes esenciales, como es señalado en Báez-Cabrera (2010), Magallanes (2011), Arcila-Farías (1946) y Arauz (1984). Las limitaciones al intercambio económico entre hacendados y comerciantes por parte de la Corona Española, así como el pobre control que esta tenía sobre un territorio cuya complicada geografía apenas comenzaba a estudiar, especialmente en los sectores que hoy se conocen como Venezuela, Colombia y Argentina — con gran extensión de costas — , fomentaron el contrabando como una forma de vida, y en algunos casos, hasta de supervivencia; los intentos de ocupación por parte de otras potencias hostiles a España, particularmente Neerlandia o Países Bajos, dificultaba aún más la situación. En algunos casos y bajo ciertas condiciones, consciente la Corona Española de sus limitaciones para suministrar todos los bienes que sus colonias o provincias necesitaban, esta emitió licencias especiales para que los hispanos intercambiaran bienes con los judíos y holandeses, como señala Arbell (1996), historiador hebreo — y algunos de estos judíos hasta lograron establecerse en el Nuevo Mundo con estas licencias — . Desde principios del siglo XVII, Ias potencias Inglaterra, Francia y Dinamarca llegaron al extremo de expedir patentes de corso con el fin de fomentar la piratería en el Nuevo Mundo.
Según el economista estadounidense Alexander Del Mar (1899, p. 114), de origen hebreo-sefardí, quien tuvo el honor de ser el primero en ostentar el cargo de director de la Oficina Nacional de Estadística del Departamento del Tesoro de los Estados Unidos, los británicos confiaban en que los ataques a la masa monetaria circulante, a través del contrabando de moneda, iban a frenar la gesta independentista norteamericana. De ahí la insistencia de los agentes británicos en practicar la falsificación de la moneda, a pesar de los riesgos y complicaciones. El general Howe incitó y patrocinó a aquellos que se dedicaban a hacer y poner en circulación el dinero falso y espurio en lo que hoy se conoce como los Estados Unidos de América. El gobierno británico promovió el negocio de la falsificación ampliamente, porque se consideraba que si el sistema monetario local era destruido, las autoridades de las provincias inglesas en Norteamérica se verían obligadas a negociar con Inglaterra y claudicar, debido a la falta de fondos para mantener su causa. Es preciso señalar que, es en la obra de Del Mar que se encuentra uno de los análisis más explícitos, minuciosos y detallados sobre el uso del dinero como arma de guerra, como el mismo lo considera. Para el historiador y economista Alexander del Mar, la falsificación del dinero ha sido un arma militar (Del Mar, 1899, p. 102). Del Mar llegó a esta conclusión a través del análisis histórico del proceso independentista estadounidense. La obra de Rhodes (2012), publicada por la Reserva Federal de los Estados Unidos, demuestra que aún no ha perdido vigencia su observación.
El historiador Earl Jefferson Hamilton, fundador de la historia económica como campo de estudio y prominente intelectual hispanista, da una perspectiva muy interesante sobre el declive de España como potencia mundial y su pérdida de relevancia geoeconómica. Hamilton (1944, p. 47) señala que, para la segunda mitad del siglo XVIII, España era la mayor productora de metales preciosos en el mundo, razón por la cual las monedas españolas eran las que mayor peso tenían en el intercambio comercial global; eran entonces las monedas producidas en España las que más circulaban a lo largo y ancho de todo el planeta. Sin embargo, el sistema monetario español, tanto a nivel central como en sus colonias, era desorganizado. Conscientes de ello, los españoles emitieron monedas nuevas que simplificaran el sistema monetario para entonces vigente, pero las viejas no salieron de circulación. La llamada plata provincial, sobrevaluada y autorizada para circular únicamente en territorio de la España Europea, atravesaba el Océano Atlántico para ocasionar problemas en el comercio interno de las provincias españolas. Aunque los españoles se esforzaron en que este dinero no ingresara a las Indias Occidentales, pero la extracción constante de las monedas de mejor calidad, por parte de los contrabandistas británicos y holandeses a cambio de dinero extranjero de menor calidad, llevó a que España tuviera que incluso crear un tipo especial de plata provincial para sus colonias en el Caribe. La sobrevaloración del oro tendió a dejar la plata fuera de uso en el Imperio español, el cual monopolizó su producción.
Hamilton señala que el dinero español, para ese entonces, era el favorito para los contrabandistas, no solo en los territorios españoles, sino en el mundo entero, debido a que en ese período fueron las monedas españolas la referencia del comercio internacional. Fue la guerra con Inglaterra la que forzó a España a emitir su primer papel moneda en 1780. A partir del año 1793, los conflictos sucesivos con Francia e Inglaterra dieron como resultado que España viviera de una inflación sin precedentes. Aunque el papel moneda no circulaba en las Indias Occidentales, lo cierto es que los hispanoamericanos estaban sujetos a impuestos por sus redenciones y no podían escapar de las repercusiones del caos económico en la administración española central; el centro no es una órbita aislada de sus provincias periféricas. El exceso de papel moneda, a juicio de Hamilton, no solo fue un factor en la conquista de España por parte de Napoleón, sino también en los movimientos independentistas de América.
La historiografía latinoamericana no debe seguir ignorando que el dinero es usado como un arma militar para derrocar gobiernos y potencias hostiles. El dinero es un arma de guerra y no solamente fue usada por los británicos en contra de los independentistas en Norteamérica: existen evidencias documentales que sugieren que esto también ocurrió en el Imperio Español y sus distintas ramificaciones. En la guerra se vale el uso de cualquier recurso que permita obtener victoria sobre el enemigo y la economía es uno de ellos. La falsificación de la moneda y el saboteo del sistema monetario mina la confianza de los actores económicos, cuyas consecuencias negativas son percibidas rápidamente por el resto de la sociedad. Una de las bases de la economía es la confianza y la introducción de dinero falso confunde a la población y aumenta los costos operativos de las transacciones. La entrada del dinero real o falsificado de conos monetarios extranjeros fomenta el uso de las monedas de otros países en perjuicio de la nacional, con el objetivo de que los ciudadanos dejen de intercambiar bienes y servicios en la moneda de uso oficial, que nadie quiere porque no tiene valor.
La independencia de las repúblicas latinoamericanas fue un proceso geopolítico, geoeconómico y geoestratégico más complejo de lo que se percibe a simple vista. Para los ingleses, la independencia de Hispanoamérica fue una victoria en varios frentes: España como potencia perdió poder geopolítico, Inglaterra y sus aliados ampliaron su eje de influencia y las deudas contraídas por las nuevas repúblicas hispanoamericanas las sometieron a Gran Bretaña. Tan solo entre los años 1822 y 1825, el monto combinado de los préstamos que Gran Bretaña le dio a los países hispanoamericanos fue de aproximadamente 20.000.000 libras esterlinas. El diplomático George Canning, en 1824, dijo que la América Española era libre, y mientras no manejaran sus asuntos de mala manera, ella sería inglesa (Sandoval, 2017; Gallagher & Robinson, 1953, p. 8; Bonilla, 2009). Solamente entre los años 1824 y 1825, poco antes de que estallar la burbuja financiera de 1825, 624 sociedades anónimas nuevas fueron creadas en Londres, de las que 46 se especializaron en transacciones en Latinoamérica, en un marco de dudosa legalidad, debido a que España no había reconocido la independencia de ellas — la de Venezuela, por ejemplo, fue finalmente reconocida en 1845, con la firma del Tratado de Madrid — . Es un hecho que los gobiernos de las nuevas naciones tuvieron que suspender el pago de los intereses de sus empréstitos y quedaron endeudados por la mayor parte del siglo. La victoria de los hispanoamericanos sobre la administración central hispanoeuropea, fue también la victoria de los británicos, los holandeses, los estadounidenses, y hasta del pueblo judío-sefardí, que desde el período colonial había desafiado a la Corona Española. No solo se omite con frecuencia las implicaciones que tuvo la independencia de las provincias españolas en América en materia geopolítica, sino que también se ignora el papel que tuvo el ataque a la moneda, a través del contrabando y la falsificación, en el proceso de debilitamiento del Imperio Español.
El ataque a la moneda es un arma militar bélica, como señaló Del Mar (1899) y Rhodes (2012), con base en análisis sobre las fuentes documentales conservadas sobre el período independentista estadounidense. Pero existen evidencias que demuestran que este recurso ha sido usado desde la antigüedad para doblegar a élites, mediante la destrucción del sistema monetario, base institucional de las relacionales económicas de una sociedad, a través de la cual se expresa la economía, definida como la ciencia que estudia la producción de bienes y servicios por parte del hombre, en el marco de la tensión que existe entre las necesidades infinitas del hombre y los escasos recursos de la naturaleza. La economía no es una cuestión aislada de los asuntos militares y bélicos: es un elemento activo de la guerra. Una comprensión más integral y holística de la independencia de Hispanoamérica exige que se estudie a profundidad el impacto de los ataques a la moneda, como recurso de los independentistas y sus aliados en la región, unidos para vencer a los realistas españoles.
La historia tiene un fin pedagógico sobre los ciudadanos de una nación, que del estudio de ella aprenden las lecciones de los errores cometidos en el pasado. El sistema monetario español presentaba vicios que no fueron corregidos a tiempo; vicios de los cuales las potencias enemigas lograron tomar ventaja para su propio beneficio (Hamilton, 1943; Hamilton, 1944). Un sistema monetario nacional poco robustecido es una oportunidad para que una potencia domine a la otra, como se vio en la Segunda Guerra Mundial, a través de las operaciones de los nazis contra sus enemigos (Pirie, 1961; Bower, 2001; Kahn, 1968; Burger, 2009; Rhodes, 2012). En la América Latina, el ataque a la moneda fue usado en la operación de Bahía de Cochinos, que pretendió derrocar a Fidel Castro (Cooley, 2008). Según Karl Rhodes (2012, p. 37), los Estados Unidos han denunciado que Corea del Norte emite falsificaciones del billete de cien dólares USD.
El contrabando de dinero, los ataques a la moneda y las falsificaciones del signo monetario están entre nosotros. La tecnología para proteger la moneda nacional se ha sofisticado, pero también los métodos de ataque y coerción económica. La historiografía latinoamericana debe abordar la cuestión del contrabando de la moneda en el desarrollo del proceso histórico latinoamericano, tomando como base las observaciones del historiador Hamilton (1944), con el fin de generar consciencia sobre las implicaciones de este tipo de prácticas militares y bélicas. La economía no es ajena a la guerra; se retroalimentan entre sí. La destrucción del sistema monetario nacional lleva a los países al trueque y la adopción de signos monetarios extranjeros, lo cual se traduce como un cese de la soberanía y el triunfo de los intereses geopolíticos y geoeconómicos de la potencia enemiga.
Pregunta abierta: ¿Existieron razones de índole militar para establecer el patrón oro -vigente entre los años 1870 y 1971, si bien comenzó a sufrir modificaciones desde 1913-? Es posible.
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Autor: Vicente Quintero